Hace
poco, un compañero me dejó los dvd con los diez episodios de la serie The Pacific. Se trata de una serie producida entre otros por Tom Hanks y Steven Spielberg que cuenta la historia real de varios marines norteamericanos
enviados al frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta
serie, hermana de la serie Hermanos de Sangre y directa heredera de la
colaboración de Hanks y Spielberg en Salvar al soldado Ryan, está hecha con un
enorme lujo de detalles y, a pesar de tratarse de un elemento de ficción, nos
puede resultar muy interesante porque presenta la guerra sin restarle nada de
su crueldad.
En
los diferentes capítulos, vemos el miedo de los novatos antes de entrar en
combate y también los problemas de conciencia cuando tienen que matar por vez
primera.Pero también vemos la deshumanización del enemigo que se crea en ocasiones,
y que llevó a que en algunos momentos se utilizasen incluso lanzallamas.
Es
una serie muy interesante, no sólo desde el punto de vista del entreteniento,
sino también como elemento que nos puede ayudar a entender algo tan crudo y tan
real como la guerra a través del ejemplo de la Segunda Guerra Mundial.
El
otro día me vi la nueva peli de Woody Allen, Café Society. Como todos sabéis,
Woody es uno de mis directores favoritos, y siempre intento ver sus películas
tan pronto como salen, aunque cada vez con unas expectativas más bajas. Y de
hecho, al ver esta película, me encontré con una trama un tanto tópica, que
tenía la sensación de haber visto antes. Sin embargo, al pasar los días, me di
cuenta de que la peli había dejado algo más de “poso” en mí, y por eso me
decidí a escribir sobre ella.
Con
esta película, Woody hace un análisis muy interesante sobre la vida en Los
Ángeles en los años treinta, todo ello a través de la historia de un chaval
(que, si la peli se hubiera rodado en los años setenta, hubiera interpretado el
mismo Woody) que se enamora de la amante de su tío. Mientras vemos evolucionar
su historia, vemos pasar ante nuestros ojos el mundo del cine de aquel momento,
o escuchamos reflexiones más o menos soterradas sobre el paso del tiempo y lo
que nos cambia, todo ello aderezado con el Jazz que tanto ama el director.
Seguramente
no sea su mejor película, pero para pasar un buen rato vale.
Como
sabéis, hace ya algún tiempo que escribo para MetalCry, lo que significa que
tengo un medio en el que puedo escribir sobre música y, además, obtener más visibilidad
de la que obtengo a través de este blog. Sin embargo, de vez en cuando me
apetece escribir sobre algún tema musical fuera de esa página, a veces porque
no tiene que ver con el Metal, y otras, como en este caso, porque el tema es
muy personal. Y es que hoy me apetece escribir sobre el nuevo disco de
Metallica, Hardwire… to self-destruct.
Los
que me conocéis, sabéis que mi relación con Metallica es bastante complicada. Como
comentaba en cierta ocasión con uno de vosotros, es la típica relación de los
que descubrimos la música y el Metal en los ochenta y noventa: nos enganchamos
a ese estilo gracias a Metallica (si yo no los hubiese escuchado con diecisiete
años, no sé qué escucharía ahora), pero después nos decepcionaron varias veces.
A
mí fue, primero por la cancelación de su concierto de Gijón de 1999, pero
después por discos como St. Anger. Pero, no sé por qué, siempre volvía a darles
una nueva oportunidad.
Y
con este nuevo disco no fue una excepción, así que lo tengo y lo he escuchado
con atención, y por eso voy a escribiros sobre él.
Para
empezar, debo decir dos cosas. Por un lado, que es un disco que, a la primera
escucha, me entró por un oído y me salió por el otro. No me creó ninguna emoción
y terminó de sonar sin que nada llamara especialmente mi atención. Pero, por
otro lado, también debo decir que, a diferencia de otros discos anteriores,
como St. Anger, sí fui capaz de escucharlo de una vez.
Y
esto es lo primero que quiero destacar: es importante que pudiera escucharlo de
un tirón sin tomarme un descanso porque es un disco largo. Son doce canciones,
sí, pero agrupadas en dos discos y completando alrededor de ochenta minutos de
música. Es mucho para lo que se hace en la actualidad, y eso lo hace difícil de
escuchar.
Lógicamente,
en un disco tan largo, es evidente que hay muchas canciones de relleno. Los temas
que ya habían dado a conocer con anterioridad, como “Hardwire” sí que me gustan
mucho y me parecen verdaderas bombas. Sin embargo, otras canciones me parecen
más prescindibles. Seguramente si quitásemos algunas canciones, el disco sería
mucho más fácil de escuchar.
En
lo que se refiere al sonido, la producción está bastante bien y nos permite
apreciar los matices de las canciones. Desde el punto de vista de cada uno de
los músicos, James Heatfield canta mucho mejor que en discos anteriores y con
un punto de agresividad y mala leche que sienta muy bien al álbum. Robert
Trujillo está más integrado en el grupo, y su bajo suena en ocasiones bastante
bien. La batería de Lars Ulrich suena demasiado para mi gusto. Sin embargo,
desde mi punto de vista (y desde mis limitados conocimientos de guitarra), creo
que Kirk Hammet es el que menos destaca de los cuatro músicos: sus solos no parecen
especialmente inspirados y abusa demasiado (como ya lleva haciendo desde hace
tiempo) del wah-wah.
En
definitiva, este nuevo trabajo de Metallica no tiene nada que ver con sus
cuatro primeros álbumes, pero suena actual y honesto. Por lo menos da la
sensación de que es lo que querían hacer, que tocaron lo que les pedía el
cuerpo y que no se preocuparon de otra cosa. Si se tratará de un punto de
inflexión en su carrera o si tan sólo será un disco más, tan olvidable como
Reload, St. Anger o Death Magnetic, sólo el tiempo lo dirá.
¿Habéis visto el nuevo anuncio de la lotería de Navidad, el que se rodó en Asturias? Pues, por si no lo habéis visto, aquí os lo dejo:
¿Qué? ¿Qué os parece? Lacrimógeno a más no poder, ¿verdad? Se busca la emoción, la lágrima fácil, para que nos entren más ganas de comprar boletos de una lotería que, por cierto, nunca nos toca (al menos a mí). O sea, que ese uso de la lágrima fácil se orienta solamente a que compremos más. Que para eso es un anuncio.
Sin embargo, creo que el anuncio tiene bastante miga, aunque no como sus creadores esperaban.
En primer lugar, resulta sorprendente que se ponga de protagonista de la historia a una anciana con evidentes signos de senilidad, cuando nuestro Gobierno no ha hecho más que recortar en pensiones. La señora, a la que tienen totalmente ninguneada, con sus mejores intenciones, le prepara el desayuno a un nieto que pasa de ella. Que manda narices.
Después, la pobre señora se equivoca y piensa que le ha tocado el Gordo de Navidad, y entonces, su familia, sus amigos y todo el pueblo, en lugar de sacarla de su error, la engañan y siguen montando una fiesta que, por cierto, nadie nos dice quién paga.
Qué queréis que os diga. A mí me parece que es un anuncio muy chungo. No me gusta la manera en la que se engaña a la señora, ni el uso de lo más lacrimógeno para convencernos de que tenemos que comprar la lotería de las narices. Y, no es por nada, pero si alguien tiene una abuela con demencia senil, no creo que le haga maldita gracia.
En resumen. No me gusta. Leñe, ya.
Por cierto, os dejo algunas opiniones sobre el anuncio de marras:
Y dos vídeos en los que lo comentan, más o menos lo mismo que digo yo, pero con más gracia: Vídeo 1, Vídeo 2.
Y ahora viene mi pregunta: ¿Quién paga toda la celebración? ¿La familia? ¿La señora? ¿El pueblo, que es muy solidario? Y, sobre todo, ¿qué pasa al día siguiente?
Pues
sí, colegas. Resulta que Donald Trump es el Presidente electo de los Estados
Unidos (sí, ya sé que eso ya lo habían vaticinado Los Simpsons hace ya varios
años). Y este hecho, la verdad, me asusta mucho.
Sin
embargo, la cosa no es tan extraña como podría parecer. Hace poco ya vimos
resultados igual de sorprendentes, como la victoria del Brexit en el Reino Unido
o la del “no” en las negociaciones de paz con la guerrilla colombiana. Y esos
resultados no se deben a que la gente sea idiota, ni necesariamente manipulable
(al menos, no toda la gente).
Como
dijo hace algunos meses Michael Moore, puede deberse a que algunas personas
confíen en él por algún motivo, como el hecho de que sea blanco, o por
desconfianza hacia Clinton, o por mandar un mensaje. Pero también puede ser,
como se decía en un artículo que me pasaron esta mañana, porque haya personas
desencantadas con la política que le ven como alguien que puede cambiar las
formas de hacer política.
Sea
como sea, este multimillonario, a pesar de todas las perlas que ha ido soltando,
y a pesar de su racismo y su misoginia, ha ganado, y además con un enorme apoyo de la clase trabajadora.
No
obstante, no es algo nuevo. Ya lo vimos anteriormente. En momentos de crisis
aparecen líderes carismáticos que dicen lo que muchos no se atreven y hacen lo
que a muchos les gustaría, y así la Historia nos deja ejemplos como el de
Thatcher u otros más graves, como el de la Alemania nazi. Y es que el fanatismo ya sabemos que surge en momentos como este, y hay determinadas personas que son
más permeables a él.
No
sé, ahora mismo se abre una etapa de incertidumbre y yo no sé lo que puede
pasar.