viernes, junio 24, 2016

Menos Europa



Hoy es sábado, y es el día después de uno de los días más trágicos para la Unión Europea desde su fundación: ayer se supo que el Reino Unido ha votado “sí” al “Brexit”, su salida de la Unión. Y eso a mí me parece muy grave, sobre todo después de mi reciente visita a Londres que, como sabéis, me convirtió en un anglófilo convencido.
En primer lugar, tenemos que recordar que el Reino Unido siempre ha sido el socio euroescéptico de la Unión. Ni asumió el euro como moneda ni firmó el Tratado de Schengen sobre libre circulación de personas, así que siempre ha tenido ese carácter independiente que lo diferenciaba de los demás países de la Unión. Pero, sin embargo, eso no impedía que su economía se viese beneficiada por pertenecer a un espacio económico unido, igual que ese país se convertía en un buen destino para trabajadores comunitarios.
Sin embargo, las políticas de la Unión, que han impuesto una austeridad suicida han sido muy dañinas para muchas personas, normalmente de clase obrera. Esa misma clase obrera es la que, en muchos casos, ha nutrido de votos a los partidos ultraderechistas, como el UKIP en el Reino Unido, que son tradicionalmente euroescépticos. Esa llegada de votos a los ultraderechistas desde la clase obrera se explica también por la deriva hacia la derecha de los partidos socialdemócratas (el Partido Laborista británico) y por la pérdida de peso de los partidos comunistas, como bien explica Owen Jones en su primer libro. De hecho, los partidos favorables al Brexit apelaron al descontento de las clases trabajadoras ofreciéndoles, como siempre hace la ultraderecha, no soluciones, sino respuestas fáciles y otra gente a la que culpar, en este caso a la inmigración. Y así se explica que sea precisamente el voto obrero el que ha dado a los partidarios del Brexit la victoria.
La primera consecuencia en el Reino Unido será la dimisión del Primer Ministro británico, David Cameron, que se fiaba de que saldría el “No” al Brexit para intentar contener las disensiones internas en su propio partido. Sin embargo, la cosa no salió como él esperaba.
En segundo lugar, los escoceses se sienten engañados. Hace unos meses votaron en referéndum que querían seguir formando parte del Reino Unido para poder quedarse dentro de la Unión Europea. Ahora Escocia, donde el voto por el “No” al Brexit fue mayoritario, va a encontrarse fuera de la Unión. A no ser, claro, que se independice de verdad. Seguro que, de haber conocido este desenlace de antemano, hubiesen votado otra cosa en el referéndum de independencia.
Lo mismo pasó en Irlanda del Norte, donde también fue mayoritario el voto por el “No”. Allí podría darse el caso de que se quisieran independizar del Reino Unido para unirse a Irlanda, que forma parte de la Unión. Entonces podemos llegar a la conclusión de que este referéndum deja un Reino Unido dividido a nivel social que puede llegar a dividirse realmente desde el punto de vista territorial, con intenciones secesionistas. Owen Jones decía en su artículo de ayer que el Reino Unido se enfrenta a su mayor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial.
Para la Unión las consecuencias pueden ser muy graves. En primer lugar, nos encontramos ante una situación inédita. Nunca antes había pasado esto, y ahora hay que ver de qué manera se puede encarrilar este deseo británico de abandonar la Unión. De momento, se aboga por una salida rápida, en alrededor de dos años. Pero en ese tiempo, habrá que ver qué se hace para que el trámite sea lo menos “doloroso” posible.
Pero además, los partidos ultraderechistas del resto de Europa, como el Frente Nacional francés o la Liga Norte italiana, se han tomado esta derrota del europeísmo como una victoria propia, y ahora abogan por referendos en sus respectivos países.
No sé lo que puede pasar, pero creo que se abre un período de incertidumbre.
Eso sí, al menos mi adorado Londres votó mayoritariamente por seguir en la Unión…

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