lunes, junio 19, 2017

Reflexiones sobre el milenio


Hace más o menos una semana descubrí que soy un millenial. La verdad, las etiquetas generacionales siempre me habían parecido una soberana tontería, porque suponen reducir a una colectividad de personas a algo tan arbitrario como una fecha de nacimiento. Bien sé que, como decía el maestro Bloch, “los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres”, pero no por eso vamos a ser todos los que formamos parte de una misma “generación” homogéneos en todo. No cabe duda que compartimos contexto y posibilidades, pero después cada uno tiene sus propias experiencias, referentes e inquietudes, y por eso no creo que podamos ser homogéneos.
Digo que hace algunos días descubrí que soy un millenial porque en El País (ese periódico cada vez más alejado de la idea que todos teníamos de él) se publicó un artículo de Antonio Navalón titulado “Millenials: Dueños de la nada” en el que presenta a los nacidos entre 1980 y 2000 como hedonistas, sin inquietudes y responsables de todos los males de nuestra sociedad.
A lo largo de la pasada semana otros blogueros respondieron a ese ataque tan gratuito con muchas ganas y, sobre todo, con argumentos muy bien hilados, y, después de varios días de reflexión, me decido a dar también mi opinión sobre tamaño despropósito.
En ese artículo, el señor Navalón, aparte de diferenciar la generación del baby boom y la de mayo del 68 (que en realidad son la misma), realiza un listado de lugares comunes sobre aquellas personas que tenemos entre veinte y treinta y pico años, básicamente para decir que no somos tan molones como su generación. Nos acusa de la llegada al poder de gente como Trump, cuando, en realidad, sus votantes son principalmente gente mayor que nosotros. Nos acusa de la crisis, que en realidad se debe a unas estructuras económicas y políticas que fueron desarrolladas por su generación, sobre todo porque la gente de mi edad todavía no ha llegado mayoritariamente a controlar el poder político ni económico, a pesar de haber sido la contestataria generación que alumbró movimientos como el 15-M (que, por cierto, ni menciona). Entonces, si está tan claro que no le caemos bien, aunque no tiene ni la más remota idea de quiénes somos, ¿por qué pierde su valioso tiempo escribiendo de nosotros y, sobre todo, qué se supone que tenemos que hacer para ser tan “molones” como los de su generación?
Desde mi punto de vista, el artículo de Navalón no es más que otro ejemplo de personas superadas por una evolución social (y también tecnológica) que están muy lejos de comprender, y por eso, se dedican a denostarla sin ni siquiera molestarse en conocerla. Recordemos que hace ya cosa de dos mil años, el orador romano Cicerón dijo “Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros”, lo que viene a ser una postura muy similar y, desde luego, nada novedosa.
Lo que el señor Navalón y quienes decidieron que su artículo merecía ser publicado deberían hacer es acercarse a esa denostada generación millenial para intentar descubrir lo que podemos aportar. O mejor dicho, lo que ya estamos aportando.
Tal vez pudiera aprender algo.

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