viernes, junio 30, 2017

Es real, aunque no les guste

Esta semana, el documentalista Antonio Maestre publicó en La Marea un artículo titulado “Amor de clase” en el que cuenta su infancia en un barrio de la periferia de Madrid, un artículo que a mí, por cierto, me gustó bastante, porque refleja una infancia que me recuerda a la mía. Yo también viví en un barrio periférico, de una ciudad de provincias en mi caso, un barrio industrial, obrero y también reivindicativo, aunque mi infancia se desarrolló ya durante la época de la reconversión industrial. Por eso, porque yo recuerdo de dónde vengo, también siento algo parecido a ese “amor de clase” al que Maestre se refiere. No siempre estoy de acuerdo con lo que escribe, pero en este caso sí, incluso podemos decir que ese texto “me llegó”.
Por eso me molestó profundamente el hecho de que, después de que este artículo fuera publicado, una buena cantidad de personas empezaran a criticarlo. ¿Y por qué lo critican? Pues veámoslo:
Algunas personas lo critican porque aseguran que no está contando algo real, o mejor dicho, dicen que lo que cuenta no responde a lo que ellos consideran real (o a lo que ellos, desde su burbuja casi privilegiada, consideran que es real). En este caso, creo que es porque no lo han entendido. Maestre está contando su experiencia, que puede no ser la misma de otras personas, pero que es real, aunque haya personas a las que no les guste.
Sin embargo, otras personas lo critican porque dicen que es un hipócrita que presume de orígenes obreros y luego se hace fotos con un iPhone de 700 euros. Y aquí yo me pregunto qué tiene que ver una cosa con la otra. En ningún lugar se dice que para ser de izquierdas u obrero haya que ser pobre, y por lo tanto, mientras el dinero se gane honradamente, nada impide comprar lo que se quiera. No obstante, como ya escribí en otra ocasión, desde mi punto de vista cuando se critica a alguien de izquierdas por tener un iPhone (o comer marisco o lo que sea) no se hace porque sea moralmente reprobable que lo haga, sino porque se nos está diciendo de manera implícita que esas cosas (esos “lujos”) no son para los trabajadores, sino para los demás, para la “gente de orden”.
Sinceramente, a mí me parece que los que critican a Maestre por declarar su “amor de clase” no hacen sino aprovechar para demostrar su “odio de clase”.

La imagen, de dominio público, es un detalle del cuadro El cuarto estado, pintado en 1901 por Giuseppe Pellizza da Volpedo, tomada de aquí.

lunes, junio 19, 2017

Reflexiones sobre el milenio


Hace más o menos una semana descubrí que soy un millenial. La verdad, las etiquetas generacionales siempre me habían parecido una soberana tontería, porque suponen reducir a una colectividad de personas a algo tan arbitrario como una fecha de nacimiento. Bien sé que, como decía el maestro Bloch, “los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres”, pero no por eso vamos a ser todos los que formamos parte de una misma “generación” homogéneos en todo. No cabe duda que compartimos contexto y posibilidades, pero después cada uno tiene sus propias experiencias, referentes e inquietudes, y por eso no creo que podamos ser homogéneos.
Digo que hace algunos días descubrí que soy un millenial porque en El País (ese periódico cada vez más alejado de la idea que todos teníamos de él) se publicó un artículo de Antonio Navalón titulado “Millenials: Dueños de la nada” en el que presenta a los nacidos entre 1980 y 2000 como hedonistas, sin inquietudes y responsables de todos los males de nuestra sociedad.
A lo largo de la pasada semana otros blogueros respondieron a ese ataque tan gratuito con muchas ganas y, sobre todo, con argumentos muy bien hilados, y, después de varios días de reflexión, me decido a dar también mi opinión sobre tamaño despropósito.
En ese artículo, el señor Navalón, aparte de diferenciar la generación del baby boom y la de mayo del 68 (que en realidad son la misma), realiza un listado de lugares comunes sobre aquellas personas que tenemos entre veinte y treinta y pico años, básicamente para decir que no somos tan molones como su generación. Nos acusa de la llegada al poder de gente como Trump, cuando, en realidad, sus votantes son principalmente gente mayor que nosotros. Nos acusa de la crisis, que en realidad se debe a unas estructuras económicas y políticas que fueron desarrolladas por su generación, sobre todo porque la gente de mi edad todavía no ha llegado mayoritariamente a controlar el poder político ni económico, a pesar de haber sido la contestataria generación que alumbró movimientos como el 15-M (que, por cierto, ni menciona). Entonces, si está tan claro que no le caemos bien, aunque no tiene ni la más remota idea de quiénes somos, ¿por qué pierde su valioso tiempo escribiendo de nosotros y, sobre todo, qué se supone que tenemos que hacer para ser tan “molones” como los de su generación?
Desde mi punto de vista, el artículo de Navalón no es más que otro ejemplo de personas superadas por una evolución social (y también tecnológica) que están muy lejos de comprender, y por eso, se dedican a denostarla sin ni siquiera molestarse en conocerla. Recordemos que hace ya cosa de dos mil años, el orador romano Cicerón dijo “Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros”, lo que viene a ser una postura muy similar y, desde luego, nada novedosa.
Lo que el señor Navalón y quienes decidieron que su artículo merecía ser publicado deberían hacer es acercarse a esa denostada generación millenial para intentar descubrir lo que podemos aportar. O mejor dicho, lo que ya estamos aportando.
Tal vez pudiera aprender algo.

jueves, junio 01, 2017

La vida no es sencilla para las gentes sencillas

Hola a tod@s:
Desde hace algunos meses llevo viendo en las redes sociales recomendaciones de la novela El ojo vago, de Xandru Fernández, con el que trabajé en el Instituto Fernández Vallín de Gijón. Pues bien, hace algunas semanas, compré ese libro en el mercadillo que se hizo en el centro en el que trabajo ahora, y me lo leí en pocos días. Y me parece muy interesante y, sobre todo, muy recomendable.
La novela, la primera del autor en castellano (antes había escrito en asturiano), nos narra la historia y la rivalidad de dos hombres a lo largo no de su vida, sino de sus sucesivas reencarnaciones, en un relato tan original como sorprendente en el que gentes sencillas se mezclan con personajes determinantes en la Historia y la cultura universal.
Un texto agradable de leer y que, sobre todo, nos lleva a reflexionar sobre muchos temas.
Os va a gustar y, sobre todo, os va a sorprender.