jueves, febrero 23, 2017

El peligro no está en la herramienta



El pasado domingo, se emitió por televisión un nuevo programa de Salvados, de Jordi Évole, centrado en este caso en lo que se conoce como “adicción a los móviles”. Lo vi, con un cierto sentimiento de culpa, porque mientras lo veía tenía mi teléfono móvil en la mano para ir siguiendo lo que se comentaba en Twitter sobre el programa.
En este programa, se nos decía que el móvil podía ser algo que podía llegar a crear dependencia en muchas personas, que se encontraban con que no podían desprenderse de él. Y sí, eso pasa, yo he tenido la oportunidad de ver a adolescentes pillarse unos berrinches importantes cuando el profesor de turno (a veces yo mismo) les requisaba el móvil. Sin embargo, no creo que pueda ser un motivo como para utilizar una palabra tan fuerte como “adicción”.
De hecho, algunas de las cosas más interesantes sobre el programa no las vi en él mismo, sino en los comentarios que hacía la gente en Twitter. Cosas como que se estaba creando una alarma desproporcionada, cosas como que, cuando muchos éramos adolescentes se decía que lo que nos “idiotizaba” era la televisión (que ahora ya no es peligrosa, por lo que se ve)… Entre todas estas cosas que se decían, una me llamó la atención: alguien decía que daba la sensación de que en el programa se tomaba la postura de que todo lo que se inventó después de que tengamos 35 años es algo contrario al orden natural de las cosas y por lo tanto, algo rechazable.
Sobre esta postura, ya había escrito Umberto Eco hace bastante tiempo en su ensayo Apocalípticos e integrados, cuando decía que los apocalípticos eran los que, ante algo nuevo “en lugar de analizarlo para hacer que emerjan sus características estructurales, lo niega en bloque”. En este caso, el programa daba voz nada más a los apocalípticos, olvidando que el móvil no es un mero juguete: es un ordenador de mucha potencia (el móvil que tengo sobre mi mesa es mucho más potente que mis primeros ordenadores) con el que podemos hacer muchísimas cosas con una facilidad enorme.
Por otro lado, al entrevistar al final del programa a Zygmunt Bauman creo que no lo hicieron nada más que por el interés de entrevistar a alguien que comulgara con la idea del programa. Bauman fue un sociólogo de mucha importancia y cuya obra es muy influyente, pero en este caso no estoy seguro de que su postura fuera la más apropiada para este programa. Dijo cosas muy interesantes, pero, desde mi punto de vista, las dijo “desde fuera”, hablando sin conocer verdaderamente bien aquello de lo que hablaba, y por eso no dejaba de ser otro más de los “apocalípticos” que hablaron en el programa.
Como comentaba en clase al día siguiente, tenemos que ser capaces de diferenciar la herramienta del uso que hacemos de ella. De igual forma que un cuchillo es muy bueno para cortar jamón, pero muy malo si lo utilizamos para matar a una persona, el móvil puede ser una herramienta muy útil que nos permite tener en nuestro bolsillo el acceso a toda la información creada por la Humanidad. Entonces, si tenemos esto en cuenta, el peligro no está en la herramienta, sino en el uso que hacemos de ella.
Desde mi punto de vista, lo que tenemos que hacer es educar y enseñar para que los jóvenes sean conscientes de que el móvil no es un juguete, sino una herramienta. Que puede ser muy útil (en alguna ocasión permití el uso del móvil en clase para hacer búsquedas puntuales de información), pero que, como todo, si no se usa con precaución puede crearnos algunos pequeños problemas. También tendrían que aprender el valor de la privacidad y de que hay cosas que no es apropiado que suban a internet mientras sean jóvenes. Y los padres y profesores tenemos que aprender a controlar lo que hacen con los móviles.
No es cuestión de dejar de utilizar los móviles, sino de saber cómo usarlos para que sean verdaderamente útiles.
Y ese el verdadero reto que tenemos que afrontar. 

Imagen de un iPhone 5 tomada por Zach Vega, tomada de aquí.

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