jueves, septiembre 08, 2016

Cuaderno de viaje: Lanzarote (20-27 de agosto de 2016)



La verdad, no tenía muy claro si contar estas vacaciones en Lanzarote porque fueron precisamente eso, unas vacaciones, pero nos lo pasamos tan bien e hicimos tantas cosas chulas que me apetecía contároslo, porque además fueron unas vacaciones “simétricas”, con un día de viaje, uno de transición, uno de excursión, dos de playa, uno de excursión, uno de transición y otro de viaje.

DÍA 1: VIAJE
El sábado 20 empezó la cosa cuando C. y yo nos reunimos en el aeropuerto de Asturias para coger el avión. Dos horas y media, más o menos, y llegamos a Arrecife y de allí en un microbús hasta Costa Teguise, que es donde íbamos a estar alojados, en un complejo sólo para adultos. Comimos algo, descansamos, nos dimos una ducha y a dar una vuelta alrededor del apartahotel, para buscar un supermercado en el que comprar suministros. Encontramos uno bastante cerca, con existencias (y horario) que se orientaban a los turistas y allí nos aprovisionamos. Una cena en una pizzería cercana y a descansar, que las vacaciones propiamente dichas empiezan mañana.


DÍA 2: TRANSICIÓN
El día no amaneció tan soleado como nos hubiese gustado, así que nos dedicamos a patear los alrededores para conocer el sitio en el que estábamos. Una playa, la de los Charcos, estaba muy cerca, pero como tenía su paseo en obras, preferimos caminar un poco más hasta la siguiente, la de las Cucharas, más grande y con mejor pinta. Recorrimos su paseo, viendo la cantidad de sitios que había para comer. Entonces el sol salió, así que volvimos corriendo al apartamento para preparar unos bocatas y ponernos los bañadores para ir a la playa.
Sin embargo la cosa fue engañosa, porque el sol se fue pronto, así que, rebozados en arena por culpa del viento (que allí es mucho), volvimos al apartamento a ducharnos.
Después nos pusimos a buscar un sitio para cenar, pero antes tomamos una cerveza isleña (Tropical) y un vino también de las islas en una bodega de allí. Sin embargo, para cenar nos decidimos por un sitio cercano, con pinta de ser donde va la gente de allí. Descubrimos que la comida, muy barata, también estaba muy bien preparada y aliñada, lo que nos hizo querer volver allí más adelante.

DÍA 3: EXCURSIÓN
Desde la recepción del apartahotel habíamos contratado una excursión hasta la isla La Graciosa, que está muy cerca. A media mañana de un lunes muy soleado cogimos un autobús hasta Órzola y, desde allí, un barco hasta la isla. La salida del puerto fue muy movida, con el agua del mar salpicándonos la cara y todo, y tuvimos suerte de que no nos mareamos y para nosotros fue divertido como una montaña rusa. Para alguien que se maree, eso tenía que ser un verdadero infierno.
La isla se orienta totalmente al turismo y la pesca, y no está nada asfaltada, siendo sus calles de arena, lo que le da un toque pintoresco. La recorrimos, tomamos algo, y luego a comer a la orilla del mar y junto a la lonja de pescado, de modo que os imaginaréis que no comimos precisamente carne. Nos decantamos por unas papas arrugadas con mojo y unos pescados que allí llaman vieja. Otro paseo y vuelta al barco.
A pesar de que durante esta excursión habíamos conocido a una pareja que estaba en nuestro mismo complejo que nos recomendaron varios sitios para comer y cenar, optamos por cenar en un pijo restaurante del Pueblo Marinero levantado en los ochenta por el arquitecto César Galán sobre una idea de César Manrique. Ésa fue la cena más decepcionante del viaje.

DÍA 4: PLAYA
El martes amaneció muy soleado, así que nos fuimos a la playa de las Cucharas a tostarnos, que para eso habíamos venido. Allí pasamos varias horas de sol, baño en el mar y bocatas. Volvimos para ducharnos y descansar.
Haciendo caso a la recomendación de la pareja que habíamos conocido el día antes, fuimos a cenar a un sitio en el que ya habíamos estado tomando algo un par de días antes, y allí cayeron un queso de oveja frito y un entrecot que fue verdaderamente impresionante. Después, tomamos unos chupitos de vodka caramelo que nos trajeron con la cuenta.

DÍA 5: PLAYA (OTRA VEZ)
El miércoles fue otro día espectacular, así que de nuevo hicimos unos bocatas y a la playa, esta vez teniendo cuidado de colocarnos en un sitio en el que pasaran menos windsurfistas y en el que estuviéramos más resguardados del viento, aunque esto último no nos salió bien.
Por la noche, otra vez hicimos caso a aquella pareja, y fuimos a otro sitio que nos recomendaron para cenar, decidiéndonos por otro sitio más propio de la gente del lugar que de turistas, en el que cenamos bien y barato, probando, de paso, otra cerveza de las islas, la Dorada.

DÍA 6: EXCURSIÓN
El jueves nos hicimos otra excursión, esta vez un Gran Tour por la isla, para ver las cosas más interesantes. Estuvimos en el Timanfaya, con paseo en camello incluido, una bodega en la que catamos vino, los Jameos del Agua (también obra de César Manrique), donde también pudimos ver su auditorio y la Casa de los Volcanes. Luego fuimos al mirador de los Helechos, donde además probamos el guarapo, que es otra bebida típica. Fue un día intenso y muy agotador.


Volvimos al apartamento y nos preparamos una cena sencilla, con las sobras de los bocatas de los días anteriores y unos helados que nos compramos.

DÍA 7: TRANSICIÓN
Básicamente, el viernes fue el día de ir dejando las cosas cerradas: fue el día de pasear, comprar los últimos recuerdos, comer en el mismo sitio en el que habíamos cenado el domingo un jamón canario con papas arrugadas que estaba espectacular pero que nos dejó el estómago hecho una pena.
Volvimos al apartamento a dejar las comprar y a descansar mucho y no salimos hasta última hora, cuando hicimos alguna compra más, tomamos unas cervezas y cenamos en el típico restaurante delante del cual se pasa a diario sin entrar nunca, donde comimos poco porque no nos apetecía más y tomamos un chupito de ronmiel típico.

DÍA 8: VIAJE
Y el sábado fue el día de volver, y de hecho, tan cansados estábamos que apenas comimos nada antes de subir al avión a eso de las doce hora local. Llegamos a Asturias y, a partir de ese momento, cada uno volvió a su casa con calma y, sobre todo, con ganas de descansar.

CONCLUSIÓN
Como siempre digo, las vacaciones son para darnos cuenta de lo que nos perdemos el resto del año. Pero, aún así, Lanzarote es una isla muy interesante, soleada, agradable y también con mucho que ver, así que valió mucho la pena.
Volveremos pronto. 

Nota: Las fotos las hizo C.

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