jueves, agosto 04, 2016

La realidad supera a la ficción



Desde hace ya algunos meses estoy sumergido en el visionado de una de las mejores series que he visto en mucho tiempo: House of Cards. Si el año pasado las cinco temporadas Breaking bad me sirvieron para conocer una historia muy conseguida y recomendable, este año las, hasta ahora, cuatro temporadas de House of Cards no sólo me muestran una gran historia, sino que también me han hecho reflexionar sobre la política, que, como sabéis, es uno de los temas que más me interesan.


En esta serie, protagonizada por unos inmensos Kevin Spacey y Robin Wright, se nos presenta a un político, Frank J. Underwood (Spacey) que no dudará en utilizar ningún medio (la mentira, la demagogia, el sexo, las amenazas o incluso el asesinato) para conseguir el ascenso político y con él sus fines. O mejor dicho, su fin, su único fin: el Poder.
Se trata de una serie muy bien construida, con guiones cargados de complejidad y de profundidad, en la que los personajes que desfilan a través de la pantalla muchas veces no pasan de ser meros títeres de Underwood y su mujer Claire (Wright) en su búsqueda del Poder. Pero además, tiene una serie de alardes técnicos, como la ruptura de la cuarta pared por parte de Underwood, que resultan verdaderamente sorprendentes.
Pero a la vez, los personajes inmorales, demagogos e incluso crueles (como se ve ya desde la primera escena del primer episodio) que protagonizan la serie me hicieron preguntarme cuánto de realidad hay o puede haber en la propia serie. Cuánto de Frank J. Underwood hay en los políticos que ostentan el Poder en nuestra sociedad y cuántos intereses ocultos tienen esos políticos. Y eso me hizo asustarme.
Y mucho.

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