viernes, diciembre 30, 2016

El libro del año 2016



Muy buenas a todo el mundo, y felices fiestas:
Vuelvo hoy con una de mis sanas costumbres de final de año: la elección de mi “libro del año” de entre todos los que leí. La verdad, los primeros meses de este año no leí demasiado y menos ficción, siendo La conjura de los necios una de las pocas novelas que cayeron en mis manos esos primeros meses.
Sin embargo, a partir del verano, empecé a leer mucho más, tanto en papel como en formato digital, y con la “vuelta al cole”, leí todavía más, aprovechando los trayectos para hacerlo.
Así, cayeron novelas de autores que antes me gustaban pero que había abandonado, como París en el siglo XX, de Verne, a la vez que libros más densos, como uno sobre Wikileaks. Pasé de libros que leí para buscar ideas para mi trabajo, como Hombres buenos, de Reverte o La voz dormida, de Dulce Chacón, a otros que leía por gusto, como El corazón de las tinieblas de Conrad o El viejo y el mar, de Hemingway, que es el libro que elijo como mi “libro del año”.
 Ayer mismo, uno de mis lectores más fieles se extrañaba de que yo nunca hubiese leído ese libro. Y tiene razón. Hemingway nunca fue uno de los autores que más me han llamado la atención, y además, como sabéis, en mí es muy típico que antes de leer el libro que me interesa, “salga a mi encuentro” otro u otros más que, a veces por obligación y otras veces por curiosidad, me obligan a dejar el que quiero leer para más adelante. Y es por eso que El viejo y el mar no cayó entre mis garras hasta hace algunas semanas.
Esa novela, ambientada en La Habana, nos cuenta la historia de Santiago, un anciano pescador que, en medio de una mala racha que está pasando durante la que no es capaz de pescar nada, se hace a la mar solo y, mientras lucha por hacerse con un enorme pez espada, recuerda sus vivencias. A lo largo de las páginas, escritas con una viveza tan grande que casi podemos oler el mar mientras leemos, percibimos el coraje de Santiago, que lucha tenazmente contra la resistencia del pez y que después protege su captura de los tiburones que le atacan.
Aunque gente que sabe más que yo encontró una gran cantidad de cuestiones a las que prestar atención en esta novela, yo me quedo con la idea de la lucha contra la adversidad sin desfallecer ante las adversidades, que creo que es lo que define a Santiago.
Es un libro breve, pero también apasionante y trepidante que me ayudó a sobrellevar algunos trayectos de la manera más divertida posible.
Y por eso os lo recomiendo.

martes, diciembre 27, 2016

Una peli que no es lo que esperaba



Hace algunos días, justo cuando llegué a casa después de ver Rogue One, me puse a ver la tele, y en alguna cadena generalista estaban poniendo Demolition Man. No voy a mentiros: Demolition Man es un pecado inconfesable que tengo como aficionado al cine. Es una película que me entretiene. Qué narices. Es una película que me gusta.
No sé si me gusta porque se trata de una parodia de las películas que hacían sus protagonistas, que se ríen de sí mismos, porque es un entretenimiento sin mayores pretensiones o porque, tal vez, sólo tal vez, tiene algo más.
No sé si habéis leído Un mundo feliz, de Aldous Huxley, pero si lo habéis hecho y luego veis esta película, encontraréis un montón de referencias. Desde el nombre del personaje de Sandra Bullock, Lenina Huxley, que se llama como la protagonista del libro y se apellida como su autor, hasta una frase que dice Simon Phoenix (interpretado por Wesley Snipes). Pero también por la situación descrita en la película, de un mundo tan inocente y tan alejado de maldad y sufrimiento que es el mismo de la novela.
Tanto la película como la novela serían una sátira de un mundo perfecto en el que todo el mundo es feliz, pero en el que se ve el conflicto con un personaje que no encaja, bien porque se niega a aceptar el “progreso” (John el Salvaje en la novela) o simplemente porque viene del pasado (John Spartan, interpretado por Sylvester Stallone, en la película). Eso sirve como una manera de ver la distancia que puede haber entre los que se introducen de lleno en una sociedad y viven perfectamente integrados en ella, y aquellos que, por la causa que sea, no terminan de encajar.
Y eso se ve también en Demolition Man, a pesar de que nada más (y nada menos) se trata de un entretenimiento.

lunes, diciembre 19, 2016

Que la fuerza nos siga acompañando



El sábado pasado me acerqué al cine a ver Rogue One.Una historia de Star Wars. Como todo el mundo sabe, me gusta el cine en general, y la ciencia-ficción en particular, así que tarde o temprano tenía que ver esta peli. Y, afortunadamente, fue temprano.
Digo “afortunadamente” porque es una película que vale la pena ver. Para los que somos seguidores de la saga, es una película muy chula y muy entretenida, que, además, nos explica algo que, sin ser estrictamente necesario que sepamos, nos ayuda a entender muchas cosas, y encima a través del reencuentro con algún personaje que echábamos de menos en el Episodio VII que vimos el año pasado. Para los que no son seguidores de la saga, se trata de una película totalmente autoconclusiva, que no va a tener secuelas (ni falta que hace). Su secuela sería, en realidad, el Episodio IV.
Desde el punto de vista de la peli, se trata de una película entretenida, con una trama muy bien hilada que, además, encaja muy bien con lo que ya sabíamos gracias a las otras películas. Su parte final tiene una épica y un heroísmo que no habíamos visto en películas anteriores, siendo un perfecto ejemplo de lo que es un combate bien rodado. Pero además, si vemos con ojos críticos el metraje del film, nos encontramos con referencias a lugares en conflicto de la actualidad, con una escena que bien podría situarse en Aleppo o Bagdad en lugar de en “una galaxia muy, muy lejana”.
Lo dicho, es una película que me gustó mucho, que, como ya dije el año pasado de El Despertar de la Fuerza, no busca crear una mitología (la mitología se había creado con los episodios IV, V y VI), sino tan sólo divertir.
Y eso lo hace muy bien. 


jueves, diciembre 15, 2016

La actualidad de la Antigüedad



El otro día pude asistir a través de Twitter a una trifulca muy interesante y muy divertida. Resulta que Arron Banks, un empresario británico cercano a movimientos a favor del Brexit y ultraderechistas dijo en Twitter que el Imperio Romano había caído debido a la inmigración, identificando a los bárbaros con inmigrantes y, de paso, alertando a sus seguidores del peligro de la inmigración en la actualidad. Y entonces, le respondió a través de la red social Mary Beard.
Para quien no lo sepa, Mary Beard es una de las mayores expertas en la Historia de la Antigüedad, especialmente de la Antigüedad romana, que hay en la actualidad. Es autora de muchos libros tanto académicos como divulgativos, es responsable de documentales muy interesantes, es autora de un blog muy chulo y, además, es muy activa en Twitter. Es, en definitiva, alguien que sabe de lo que habla. Incluso ha sido la última persona que ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Es decir, que si ella le contradecía, es porque algo sabe del tema.
Pues bien, este señor, le respondió diciendo que los académicos no tienen el monopolio de la interpretación histórica, basando su “profundo” conocimiento en la Historia aprendida en el colegio y en la película Gladiator. Y, como en toda polémica en Twitter, se metieron un montón de personas a favor de una o del otro.
Como muy bien contó ella en su blog, evidentemente los académicos no tenemos el monopolio de la interpretación histórica (digo “tenemos” recordando mi actual posición de profesor de Historia con, además, cierta experiencia en la investigación), pero también que hay una serie de hechos, corroborados por las fuentes históricas, que no son totalmente debatibles, porque podemos reconstruir con bastante certeza cómo fueron. Y, entre esos hechos, está la caída del Imperio Romano, que se debió a bastante más causas que las invasiones bárbaras, que fueron sólo una pieza dentro de un proceso más complejo.
Sin embargo, esta trifulca me ha llevado a preguntarme cómo puede ser tan fácil que alguien con unos conocimientos mínimos de cualquier cosa (o incluso sin conocimiento alguno), se atreva a discutir con un especialista, incluso considerando que dicho especialista no está lo bastante cualificado como para dar una opinión válida. Y eso lo vemos habitualmente, cuando vemos que, sin ir más lejos, en nuestro país tenemos a millones de potenciales seleccionadores nacionales que lo harían mejor que el que tenemos, o a millones de personas que aseguran que serían mejores Presidentes del Gobierno o Ministros de Economía que los que tenemos. Así de alegremente.
Y, desde mi punto de vista, creo que nos tendríamos que hacer mirar tanta osadía que tenemos cuando nos ponemos a decir estas cosas.

Foto de David Illif, con licencia CC-BY-SA 3.0, tomada de aquí.

jueves, diciembre 01, 2016

Y entonces murió Fidel


El fallecimiento de Fidel Castro, dictador de Cuba, ha sido, sin duda, una de las noticias más relevantes de los últimos días. Sin embargo, también es una de las más difíciles de comentar, sobre todo desde Europa, no sólo por la lejanía del país y la cantidad de informaciones contradictorias y a menudo sesgadas con las que nos bombardean, sino por la misma complejidad del personaje y de los acontecimientos en los que estuvo involucrado. 
Fidel Castro fue el líder de la revolución que derrocó la dictadura de Fulgencio Batista en 1959, y precisamente ese hecho hizo que desde el principio, su régimen se viera con cierta esperanza. No obstante, las nacionalizaciones de intereses estadounidenses en Cuba llevadas a cabo por el nuevo Gobierno, llevaron a que en 1960 los Estados Unidos aplicasen un embargo sobre la isla, un embargo que ha pesado mucho sobre la evolución cubana posterior. Sería después de este hecho, en 1961, cuando se llevase a cabo la adscripción al marxismo de Fidel y su Gobierno. 
A partir de ese momento se llevó a cabo una dictadura, de eso no hay ninguna duda, que supuso y supone todavía hoy una vulneración de las libertades de expresión y asociación, así como la persecución y encarcelamiento de disidentes. Sin embargo, y eso también es necesario decirlo, en Cuba ha habido también una serie de logros en materia educativa y sanitaria que no se conocen en otros países del Tercer Mundo.
Porque, como otros analistas nos recuerdan, Cuba no puede ser considerado un país del Primer Mundo, y por eso no debemos comparar ese país con los Estados Unidos o con Europa Occidental. Tenemos que llevar a cabo la comparación con otros países de su entorno y de su nivel de desarrollo, y entonces vemos que, si bien es un país dictatorial, eso no impide que tenga tasas de alfabetización o de acceso a servicios sanitarios muy elevadas. 
Evidentemente, nada de eso sirve de gran cosa si los habitantes del país no disfrutan de libertades y pueden ser perseguidos por tener ideas contrarias a las del Gobierno, pero no debemos olvidar que otros países, como Arabia Saudita, también carecen de libertades y, sin embargo, eso no impide que los países del Primer Mundo tengan relaciones diplomáticas y económicas con ellos.
La situación en Cuba no es buena, eso lo sabemos. No obstante, puede que ahora, con la falta del líder carismático y gracias a la apertura que se ha iniciado (y que esperemos que no trunque Trump), el país inicie su tan necesaria transición hacia la democracia. 
Al menos, eso es lo que yo espero.

Créditos
La foto de Fidel es una imagen de dominio público tomada de aquí.  
La bandera es una imagen de dominio público tomada de aquí.

viernes, noviembre 25, 2016

Guerreros



Hace poco, un compañero me dejó los dvd con los diez episodios de la serie The Pacific. Se trata de una serie producida entre otros por Tom Hanks y Steven Spielberg que cuenta la historia real de varios marines norteamericanos enviados al frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta serie, hermana de la serie Hermanos de Sangre y directa heredera de la colaboración de Hanks y Spielberg en Salvar al soldado Ryan, está hecha con un enorme lujo de detalles y, a pesar de tratarse de un elemento de ficción, nos puede resultar muy interesante porque presenta la guerra sin restarle nada de su crueldad.

En los diferentes capítulos, vemos el miedo de los novatos antes de entrar en combate y también los problemas de conciencia cuando tienen que matar por vez primera. Pero también vemos la deshumanización del enemigo que se crea en ocasiones, y que llevó a que en algunos momentos se utilizasen incluso lanzallamas.
Es una serie muy interesante, no sólo desde el punto de vista del entreteniento, sino también como elemento que nos puede ayudar a entender algo tan crudo y tan real como la guerra a través del ejemplo de la Segunda Guerra Mundial.