Hoy, mientras
entrenaba, estaba escuchando el Debate sobre el Estado de la Nación
en la radio. Y no veáis lo bien que se levantan pesas cuando uno
está cabreado. Y es que no pude evitar enfadarme mientras escuchaba
a Mariano Rajoy hablar, porque Rajoy basó su discurso en hacer lo
que mejor sabe hacer: mentir y amenazar.
Habló de la
herencia recibida. Que no digo yo que la situación no fuera mala al
final del Gobierno de Zapatero, pero ya ha pasado tiempo suficiente
como para que Rajoy cambie de argumentos. Y después se dedicó a
lanzar un discurso triunfalista trufado de buenos datos
macroeconómicos que son reales, sí, pero que no son los únicos que
se deben tener en cuenta.
Por ejemplo,
deberíamos tener en cuenta que durante el Gobierno de Rajoy se
recortó en Sanidad, en Educación o en Dependencia. Que se nos ha
recortado en derechos sociales y laborales. Que la precariedad
laboral es la norma, y que la desigualdad ha crecido. Todo eso hay
que tenerlo en cuenta.
Después, empezó a
hacer promesas, y, por ejemplo, nos dijo que se podían crear tres
millones de empleos. Claro, que, si recordáis, es más o menos lo
mismo que decía hace cuatro años.
Luego, casi al final,
empezó a amenazar, diciendo que es él o el caos. Que con otros se
iría al traste el crecimiento, decía.
Y por último, Pedro Sánchez le hizo perder los estribos y se mostó como es: un maleducado que está asustado por la realidad.
Y por último, Pedro Sánchez le hizo perder los estribos y se mostó como es: un maleducado que está asustado por la realidad.
Lo que yo me
pregunto es si él será consciente de que quien está hundido ya no
puede creer sus palabras.
Y también me
pregunto qué hay que tomar para ver el mundo tan bonito como lo ve
Rajoy.
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