lunes, diciembre 29, 2014

Reflexiones sobre la cultura (de masas)

Hola a todo el mundo.
No sé si os habéis parado a pensarlo, pero hasta hace relativamente poco tiempo, la cultura era algo que estaba limitado solo a las élites sociales, a las clases altas. No todo el mundo sabía leer, y el acceso a actividades culturales, como el teatro, estaba orientado a personas muy concretas, las que podían pagar por asistir a esos espectáculos. La mayor parte de la población era totalmente ajena a la cultura.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el acceso a la cultura se ha ido democratizando. Ahora lo raro es que alguien no sepa leer (que entienda o no lo que lee ya es otra historia), y cualquiera puede ir al cine, al teatro o a cualquier espectáculo musical. O a un museo. Y además, con el desarrollo de medios de comunicación, como la televisión primero o internet ahora, podemos acceder a esa cultura a través de esos medios. A eso se le aplica el controvertido concepto de "cultura de masas".
Sin embargo, al convertirse la cultura en algo que está al acceso de todo el mundo, esa misma cultura ha tenido, necesariamente, que banalizarse y volverse más accesible, lo que ha dado lugar a que los mensajes sean cada vez menos profundos y las obras menos interesantes (por eso cada vez hay menos obras maestras).
Pero además, como resulta que esas obras culturales están al alcance de cualquier persona, nos encontramos con que el cine, la literatura o una canción pueden ser también herramientas para transmitir unos valores y una ideología, que siempre serán los valores y la ideología que interesa a determinadas personas que sean transmitidos a un número mayor de otras personas. La cultura se convierte así en un medio de propaganda.
Pero también puede ser al revés, porque nos encontramos con el hecho de que determinados productos culturales tienen éxito debido a una propaganda que no llega a través de ellos mismos, sino a través de los medios de comunicación. Solo así se entiende que películas o libros que no son objetivamente mejores que el resto de los que aparecen cada año tengan un éxito mayor que el resto, como Ocho apellidos vascos o 50 sombras de Grey. Porque nos convencen de que es lo que hay que ver (o leer) este año.
Y por lo mismo se agotan en cuestión de horas las entradas de conciertos como los de AC/DC: porque se nos convence de que es el concierto que toca ver este año. Una vez vendidas esas entradas, los mismos que nos convencieron nos dirán que el concierto que hay que ver es el siguiente concierto multitudinario que se anuncie, sea de Pitbull, de Miley Cyrus o de Metallica, tanto da.
Ninguno de nosotros somos inmunes a esta propaganda, todos respondemos a ella, yo el primero. Sin embargo, sí tenemos que ser conscientes de ella, para que, cuando nos encontremos viendo esa película que, en otras circunstancias, ni se nos hubiera pasado por la imaginación ver, nos preguntemos cuando hay de elección deliberada y cuanto de sugestión en el hecho de verla.

Para saber más:
CHOMSKY, Noam y RAMONET, Ignacio: Cómo nos venden la moto, Barcelona, Icaria, 2001 (11ª edición).
PARRA, Gregorio: La Gran Conspiración. El cine como imagen de nuestro tiempo, Madrid, Celeste, 1991.

No hay comentarios: