martes, septiembre 10, 2013

Lo mejor que podía pasar

Hola a todo el mundo:
Supongo que a estas alturas no digo nada nuevo si os comento que, al final, Madrid se quedó sin los Juegos Olímpicos de 2020. Y, al margen de cuestiones emotivas, creo que es lo mejor que pudo pasar.
No voy a hablar del ridículo que hicieron nuestros representantes al hacer como que hablaban inglés, porque eso ya se ha comentado hasta el hastío (pero una cosa… ¿eso no daña eso que han llamado “marca España”?). Pero sí quiero referirme a, si en la situación en la que estamos, es procedente liarse a organizar unas Olimpiadas. Y, como ya dije anteriormente, creo que no lo sería.

En primer lugar, porque como hizo notar un periodista de los que estaban en Buenos Aires, con un paro de (bastante más de un) 25% y con una obligada austeridad que se traduce en unos recortes salvajes, igual es mejor dejarse de gastos inútiles.
Pero es que resulta que si Madrid hubiera sido la ciudad elegida, las cosas no hubieran mejorado tanto como nos querían hacer creer.
Por un lado, porque si, en general, la organización de unos Juegos Olímpicos suele terminar con unos gastos del doble de lo presupuestado, ¿de cuánto sería el sobrecoste aquí, con la costumbre que tienen los promotores de hinchar las facturas? ¿De un tiple? ¿De un cuádruple? De lo que fuera, sería inasumible. Y el empleo que se creara para terminar estas obras, sería un empleo con fecha de caducidad, serían trabajos sin continuidad después de terminar esas obras. Y además, con todo eso, lo que estaríamos haciendo sería reactivar la burbuja inmobiliaria que nos ha traído hasta esta situación.
Por otro lado, se crearían trabajos en la hostelería, claro. Pero que durarían solo lo que duraran las Olimpiadas. Después, otra vez al paro.
Y falta que alguien nos explique qué se pensaba hacer con esos estadios tan chulos después de los Juegos.

¿Este “fracaso” (lo entrecomillo, porque ya os dije que me parece que, en realidad, esto es algo bueno) puede tener también una lectura política? Pues sí, porque, al margen de que probablemente deje a Ana Botella fuera de la candidatura por la alcaldía de Madrid en las próximas elecciones municipales, el no haber retirado la candidatura es un ejemplo de la falta de sentido común de unos políticos interesados únicamente por logros inmediatos y electoralistas, sin importar que esos “logros” hipotequen el futuro de todo un país.

Vamos a ver. Si en estos tiempos a todos nos parece normal que quien se queda en paro deje de renovar el abono para ver a su equipo de fútbol todas las semanas, no porque quiera dejar de ir a verlo, sino porque no le queda otro remedio, ¿no nos parece normal también que, con el país en crisis, dejemos de gastar en tonterías (en “mamandurrias”, como dijo aquélla)?

Y, como ya dije al principio, creo que esto es bueno. Ahora tenemos la oportunidad de replantearnos qué futuro queremos para este país. Si tan solo nos interesa un crecimiento rápido, basado en el ladrillo y el turismo, pero sin crear una economía articulada y diversificada, podemos seguir aceptando que se gaste en tonterías de este tipo.
Pero si lo que nos interesa es crear un país verdaderamente moderno, igual hay que pensar que es mejor invertir en educación, sanidad o investigación que en aventuras olímpicas.

Y digo yo. ¿Se les ocurrirá a nuestros políticos invertir el dinero que iban a destinar a las Olimpiadas en algo que redunde en el beneficio de todos?
No lo creo.

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