domingo, julio 31, 2011

Noche de cuero

Muy buenas, queridos lectores:

No sé si os habreis dado cuenta, pero parece que en este país hay una conspiración contra el Rock en general y el Heavy en particular. Sí, porque aunque estos días teníamos de gira por aquí a Bon Jovi y a Judas Priest, la mayoría de los medios sólo hablaron de los primeros. De los Judas, se acordaron en El País y anoche en Televisión Española. En el apartado de Rock español, este desprecio queda patente cuando observamos que todos los medios hablaron de la muerte de Amy Whinehouse, pero nadie de la de Rober, antiguo cantante de los Porretas.

Pero bueno, ya que casi en ninguna parte os lo van a contar, aquí está vuestro amigo Pablo para narraros lo que pasó anteanoche en el Coliseum de La Coruña, donde se dieron cita Saxon, Motörhead, y, sobre todo, Judas Priest. Y además, ilustro mis palabras con las fotos que fue haciendo Chus, uno de mis compañeros de viaje.


El viaje de por sí ya daría para contar algunas anécdotas (genial ese momento en el que entramos en un bar de Ribadeo y el camarero, con sólo ver nuestras pintas, ya sabía que íbamos hacia La Coruña al concierto), pero prefiero centrarme en la música, que es lo importante.


Con una puntualidad extrema, a las seis de la tarde se abrieron las puertas del Coliseum de La Coruña, así que entramos, nos acomodamos en la grada, y tomamos las primeras cervezas. La música de ambiente era de Jimi Hendrix, con lo cual a mí el tiempo se me pasó mucho más rápido.

Entonces, a las siete y cuarto, sonó una intro y salieron al escenario Peter "Biff" Byford y sus chicos, es decir, Saxon. Iniciaron su descarga con "Hammer of the Gods", y durante la hora u hora y algo que tocaron nos deleitaron con temas como "Heavy Metal thunder", "Motorcycle man", una "Never surrender" que sonó de vicio, "Crusader" y, para terminar, "Wheels of steel".


Saxon se despiden del público al finalizar su actuación


Después de Saxon salieron Motörhead, a los que yo había visto ya hace cuatro años aquí en Gijón. Este grupo puede gustar más o menos, pero nunca defraudan. Basta con que Lemmy se agarre a su bajo y diga eso "We are Motörhead, and we play Rock n' Roll" para que el público entre en un estado de delirio dificilmente explicable.



Lemmy Kilmister y los suyos dándolo todo.


El arranque fue con "Iron fist", a la que siguió "Stay clean". Sonaron canciones como "Metropolis", una "In the name of tragedy" que sirvió para que Mikkey Dee hiciera un solo con su batería, "Kill by death" y el final fue con esa espéndida "Ace of spades" que jamás me cansaré de escuchar y con "Overkill".


Y entonces llegamos al momento que yo llevaba esperando tanto tiempo. El de ver al que probablemente sea uno de los grupos que más me gustan desde hace ya muchos años: Judas Priest.

La noticia que saltó hace algunos meses de que K. K. Downing abandonaba el grupo cayó como un jarro de agua fría sobre todos los que íbamos a verlos en esta gira, que, titulada Epitaph, se supone que es la última de la banda. La duda que todos teníamos era la de si ese mercenario que contrataron, Richie Faulkner, al que se conoce sobre todo por haber tocado en la banda de Laurin Harris, hija de Steve Harris, bajista, compositor y líder de Iron Maiden, estaría a la altura.

Seguía sonando Hendrix por los altavoces de la sala, cuando de pronto, el cambio de música de ambiente al "War pigs" de Black Sabbath nos indicó que el plato fuerte de la noche iba a llegar ya.


Cuando terminó, el telón con el emblema de la gira que cubría el escenario cayó y pudimos ver que salían a las tablas Rob Halford y sus compañeros con un potentísimo "Rapid fire", seguido, cómo no, por "Metal Gods". Ya desde este primer momento pudimos ver que durante el concierto se iba a hacer uso de unos efectos muy llamativos, en forma de humo, llamaradas y láser. La descarga siguió con "Heading out to the highway", la reciente "Judas rising", "Starbreaker" y "Victim of changes".



Mientras tocan "Judas rising"


Después de atacar una "Never satisfied", que, he de reconocerlo, no está entre mis canciones favoritas de los Judas, hubo que levantar los mecheros al aire, para acompañar la interpretación de ese tema de Joan Baez que los Priest han hecho inmortal. Me refiero, por supuesto, a "Diamonds & rust". Siguieron con "Prophecy" y con una "Night crawler" que siempre estará entre mis canciones favoritas.
Tocan "Turbo lover", y después sonó una "Beyond the realms of death" espléndida, aunque no tanto como la que siguió: "The sentinel". Después, "Blood red skies" y "The green manalishi".
El detalle que se marcaron después de que "Breaking the law" fuera cantada por el público no acabó de convencerme, pero se lo perdoné cuando después hicieron una "Painkiller" que, aunque ya no es tan genial como pudo haber sido cuando se grabó originalmente, a mí me entusiasmó, sobre todo por el solo que se marcó esa apisonadora que es el batería Scott Travis.
Aunque se despedían, todos sabíamos que todavía quedaba mucho por delante. Suena pregrabada esa mítica intro que es "The hellion", para dar paso a "Electric eye", que nos recuerda que ese ojo eléctrico, ese Gran Hermano, siempre nos vigila.
Los segundos bises empezaron como tienen que empezar: con el inconfundible sonido de un motor y con Halford saliendo a cantar en moto. Sin bajarse de ella, interpretan una durísima "Hell bent for leather", a la que siguieron "You've got another thing comin'", y, para acabar definitivamente, "Living after midnight".
Vale que Halford ya no es lo que era y que en los "diálogos" entre las dos guitarras se echaba de menos al desertor de Downing (eso sí, Tipton sigue haciéndolo genial), pero el sabor de boca que me quedó no pudo haber sido mejor. El cansancio de tanto viaje valió la pena y esa noche quedará como una de las más memorables de mi vida metalera.
Nos vemos.

jueves, julio 28, 2011

Malas ideas

Hola a todos.
Podría empezar preguntándoos qué tal el verano, pero este año, aquí en el norte, tenemos cualquier cosa menos verano.
Lo que quería hacer hoy era hablaros de la última notica llamativa, por no decir grave, que hemos tenido que escuchar: la de la masacre de Noruega.
Supongo que todos lo habeis escuchado, pero por si acaso alguien lleva debajo de una piedra los últimos diez días, os lo cuento: resulta que un fulano, cristiano fundamentalista, ultraderechista, antiguo masón y noruego de pura cepa puso un coche bomba en un edificio gubernamental noruego, para justo después irse a una isla en la que se estaban llevando a cabo unas jornadas del Partido Laborista y liarse a tiros. Total, varias decenas de muertos.
Y, como siempre que pasa algo así, empieza a haber teorías. Que si lo destacable es que era de extrema derecha, pero no que era cristiano. Que el problema es que era masón. O que nada de esto hubiera pasado si el tío no hubiera estado loco. Y lo curioso es que, si esto hubiera sido un ataque terrorista de un grupo islamista, ciertos medios hubieran empezado a decir que la culpa de todo la tuvo Mahoma. En fin.
¿Sabéis lo que pienso yo? Pues que ni las religiones ni las ideas matan por si mismas. Matan las personas. Pero que el odio, o ciertas ideas, o ciertos prejuicios o ciertas mentiras disfrazadas de verdades absolutas pueden llevar a alguien a matar. Sólo hace falta que esas ideas calen lo suficiente en una mente lo bastante permeable a ellas.
Por eso ciertas ideas pueden ser peligrosas, pero no por lo que hacen, sino por lo que pueden hacer algunas personas amparándose en ellas.
Seguramente este fulano está loco. Pero también estoy seguro de que tal vez, sólo tal vez, si no hubiese escuchado ciertas ideas su locura no se hubiera canalizado de esa manera.
Y eso es lo que me da miedo.
Nos vemos.

viernes, julio 15, 2011

El tiempo pasará

Era un placer estar allí sentado. En la costa del norte no son habituales estos días de sol, así que hay que aprovecharlos cuando llegan. Y una forma como otra cualquiera es hacerlo en una bulliciosa terraza mirando al mar en buena compañía.

En la mejor compañía, sin duda. La elegante Susana, la divertida Raquel, la dulce Elena y la guapísima María. Ninguno de ellos cinco tenía menos de setenta años, y se conocían desde hacía ya muchas décadas, desde que las arrugas todavía no mancillaban sus pieles.

¿Por qué estaba Luis, ese jubilado de espíritu joven, con esas cuatro encantadoras mujeres? Porque, aunque cueste creerlo, era el amante de las cuatro. Ellas no lo sabían, por supuesto, porque él, con una caballerosidad que disfrazaba de humildad, había dicho a cada una de ellas que era mejor que no se conocieran sus esporádicas relaciones, para evitar que pudieran ser mal vistas, sobre todo por sus hijos. En realidad, lo había dicho porque sabía que si la noticia trascendía, además de perder, con toda seguridad, sus ocasionales desahogos, ellas se sentirían humilladas al saber que habían compartido al mismo hombre. Además, de que sería devastador para la amistad que unía a esas cuatro mujeres desde hacía tantos lustros.

Y también porque, si bien los maridos de Raquel, Elena y María hacía ya tiempo que no estaban, el de Susana, el amable Antonio, aún seguía vivo y tan enamorado de ella como siempre. Y seguía siendo tan encantador y buen amigo con Luis como había sido siempre. Por eso a veces Luis se sentía culpable y le dejaba ganar cuando jugaban al ajedrez, consciente de que la mejor partida la ganaba él fuera de los tableros. Aparte de todo, aunque los duelos al amanecer eran algo habitual en los libros que había leído de niño, ya no eran algo que se estilase en este decadente siglo XXI, y, de todas maneras, él no sabía utilizar un florete, el uso de la pistola le parecía una ordinariez y pelearse a puñetazos estaba muy bien para trifulcas de bar, pero no para dos caballeros que empezaban a escuchar la cuenta atrás.

¡¡¡Qué calor hacía!!! Malditas normas de urbanidad que le habían inculcado de niño y que le impedían quitarse la americana. Sin saber por qué, recordó a aquel compañero de la fábrica, tanto tiempo atrás fallecido, que le había recomendado hacía tiempo (hacía mucho tiempo) que aprendiera a nadar. Sin saberlo, había sembrado la semilla de una afición que todavía hoy practicaba, cinco mañanas a la semana, y que le mantenía en forma para estar a la altura, a pesar de su edad. Claro que los años pesaban más que pasaban, y a veces no podía aguantar todo el esfuerzo. Pero a ellas no siempre les importaba, porque valoraban más la compañía y la conversación que el sexo. A esas edades, muchas veces preferían que él las abrazara y las escuchara rememorar su juventud. Sin embargo, otras veces tenía que hacer uso de todo lo que había aprendido a lo largo de los años para satisfacerlas, recordando malamente una cita que una vez había pronunciado un viejo amigo suyo, marino de profesión, y que terminaba con un “siempre avante”. Y así seguía, o al menos lo intentaba.

Pero los estragos de la edad que más temía no venían de su cuerpo, si no de su mente. Intentaba mantener su cerebro en forma igual que su cuerpo, pero cierto deterioro es inevitable, y así algunas veces debía morderse la lengua antes de pronunciar un nombre de mujer que no era el que correspondía a la ocasión. Afortunadamente, ellas no se habían dado cuenta nunca. Y si alguna lo había hecho, no había dicho nada.

Las miró una por una mientras reían sin falsedad, porque, a esas edades, ya no es necesario fingir. ¿Las amaba? ¿Amaba o había amado al menos a alguna de ellas? No lo sabía. Les tenía afecto, claro, pero no estaba seguro de que fuera amor. Se divertía con ellas, sí, pero el amor lo había sentido hacía años por otra mujer que ya no le acompañaba.

Se fijó más en sus compañeras de mesa. Seguían siendo hermosas, o todo lo hermosas que les permitía su edad. Pizpiretas, seguían arreglándose mucho. Y ese día las cuatro iban maquilladas. No estaba seguro de cuál era el motivo de que lo hicieran, pero le gustó pensar que quizá se habían maquillado para él.

En un momento dado, desconectó de la conversación de ellas (algo sobre esos nietos maravillosos que les devolvían la sonrisa, o una anécdota de hacía muchos años), y miró a su alrededor. A todos los jóvenes que, en mesas o sentados en el suelo bebían cerveza o, ya que estaban en Asturias, sidra bien (o no tan bien) escanciada. Y entonces, se fijó en la mesa de al lado. Cinco jóvenes, cuatro chicas y un chico, de veintitantos o treinta años, que le hicieron sonreír, pensando que podían haber sido él y sus amigas décadas atrás. Y miró al chico que ocultaba su mirada tras unas gafas de sol, y quiso pensar que, pese a las diferencias evidentes (el chico llevaba unos horribles vaqueros y una zarrapastrosa camiseta), tal vez, sólo tal vez, no eran tan distintos.

Pero eso nunca podría saberlo.

lunes, julio 04, 2011

¿Versión original? No, versión genial.


Los pasados días 1 y 2 de julio, o sea, el viernes y el sábado en Piedras Blancas (Castrillón), aprovechando que eran las fiestas, se celebró el festival Di-versiones, en el que no actuó ningún grupo que hiciera música orginal, sino que fueron grupos que homenajeaban a otros. Nosotros, los de siempre, es decir, Nacho, Maite, el Garry y yo mismo, fuimos sólo el sábado, a ver qué se cocía por ahí.
Esa noche los grupos que tocaban eran Para Siempre (tributo a Héroes del Silencio), De Acero (tributo a Extremoduro) y Metalmanía (tributo a Metallica).
Teóricamente la cosa debería haber empezado a las diez y media, pero al final empezó a eso de las doce de la noche.
Los primeros en salir al escenario fueron los asturianos Para Siempre, grupo que esa noche contó con la colaboración del genial Pablo García, de WarCry, a la guitarra solista. Por cierto, un rato después estuve hablando con él.
A lo largo de algo más de una hora, desgranaron un repertorio compuesto íntegramente por canciones de Bunbury y sus chicos. De hecho, si tenemos que en cuenta que a mí los Héroes no es un grupo que me guste mucho, puedo decir que lo hicieron bien y me hicieron disfrutar, pese a mi falta de predisposición inicial.
Así, interpretaron canciones tan conocidas por todos como "La sirena varada", "La herida", "Iberia sumergida", "Entre dos tierras", "Maldito duende" (estas dos son las únicas canciones de Héroes que de verdad me gustan), "Avalancha", y el final con una espléndidamente interpretada "La chispa adecuada". Rápidamente, se bajaron del escenario para dejar paso a los segundos de la noche.
Los siguientes en subirse a las tablas fueron "De Acero", que, además de tocarnos temas de Extremo, también nos hicieron uno propio que, como no podía ser de otro modo, recuerda al sonido del de Plasencia. Nos tocaron canciones como "Amor castúo", "Sucede", "So payaso", "Bri, bri, bli, bli (en el más sucio rincón de mi negro corazón)", "Golfa", "Deltoya", "Salir", "Puta", "Jesucristo García", "La hoguera", y, para terminar, como hacen Robe y los suyos, "Ama, ama, ama y ensancha el alma".
Una cosa digna de destacar es que no sólo hicieron el repertorio de Extremo tan bien como los originales, sino que como el cantante es mucho más comunicativo con el público, casi podríamos decir que, globalmente, son casi mejores que Extremo.
Por último, esa noche les tocó el turno a Metalmanía. Como intro usaron, igual que los de San Francisco, "The ectasy of gold", tras la cual, unas campanas me hicieron ilusionarme más de lo que hubiera debido, porque en realidad, salieron con una "Battery" cañerísima y que sonó genial. La siguieron varias canciones, como "For whom the bell tolls" (ahora sí), "The four horsemen" y muchas más, pero como estábamos ya muy cansados, decidimos irnos.
En resumen, una divertida noche de Rock n' Roll y Heavy Metal que, seguramente, no hubiéramos querido terminar tan pronto si hubiera empezado a la hora que habían anunciado.
Nos vemos.