miércoles, junio 23, 2010

Ensayo sobre su lucidez

Hola a todos, queridos lectores.
Como comentaba hace un rato con uno de vosotros, últimamente tengo demasiadas cosas que hacer como para poder escribir todo lo que me gustaría. Pero había un tema sobre el que no podía dejar de escribir: el fallecimiento de José Saramago. Y es lógico que no pueda dejarlo pasar. Como bien sabéis, es uno de mis escritores favoritos.
La primera vez que leí algo suyo fue cuando encontré por casa El año de la muerte de Ricardo Reis. Y desde entonces he ido sumergiéndome más y más en su obra, y disfrutando cada vez más de su compleja prosa.
Sí es cierto que algunas de sus novelas puedes parecer complicadas. Pero sólo es una apariencia. Por debajo de sus frases aparentemente difíciles de entender se ocultan historias que nos pueden enseñar mucho de la condición humana.
Y aparte de todo esto, Saramago era un hombre comprometido con sus semejantes, una buena persona que siempre estaba del lado de los más débiles.
Ahora habrá quien recuerde su militancia izquierdista y la use como un argumento en su contra, como vimos en cierto periódico escrito en italiano o como escuchamos decir a cierto político que dijo algo así como que pese a ser de izquierdas era un buen escritor (como si no pudiéramos leer lo que escriben aquellos que no piensan como nosotros o como si la gente de izquierdas no supiera escribir). Olvidando, claro, que Saramago hacía años que no apoyaba la dictadura castrista, por ejemplo.
Pero bueno, al margen de interpretaciones políticas que no vienen a cuento en este caso, ahora lo que debemos hacer es redirle el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor de su talla y de su talento: leerle ahora más que nunca.
Y ahí van mis recomendaciones (sin ninguna intención de ser exhaustivo ni de sentar cátedra, sólo diciendo cuáles son mis favoritos):
1- El hombre duplicado.
2- El Evangelio según Jesucristo.
3- Las intermitencias de la muerte.
4- Memorial del convento.
5- La balsa de piedra (reeditado recientemente en una versión hecha expresamente para recaudar fondos para Haití).
Y a partir de ahí, lo que os apetezca (y que nadie piense que digo éstos porque no me leí más libros de él, eh, que me leí unos cuantos más, jejeje).
Nos vemos.

jueves, junio 10, 2010

La conspiración de la conspiración

Puff, cuánto tiempo sin leernos, ¿verdad?
Lo cierto es que se me complicaron un poco las cosas, porque lo que os voy a contar hoy ya hace más de un mes que lo tenía pensado. De hecho, ya le había comentado a uno de vosotros hace unas cuantas semanas que iba a escribir esto, aunque tampoco di demasiados datos sobre cómo iba a ser el texto. Pero claro, primero una serie de noticias que me llevaron a escribir un texto que no tenía pensado, después tuve una semana de éstas de infarto que tengo de vez en cuando, luego la semana pasada tuve varios "problemas logísticos" que hicieron que mis interacciones en la red se redujeran al mínimo, y estos días pues tuve que terminar otras cosas antes de ponerme a escribir. Pero bueno, por fin pude volver a sentarme aquí para compartir algo con vosotros.
Esta vez os voy a comentar un artículo que leí hace, ya os digo, hace mes y pico. Se trata de un artículo de una revista inglesa, BBC Focus Magazine, titulado, en clara referencia a la serie Expediente X, "I want to believe" (eso, "quiero creer", es lo que aparecía en el poster que estaba colgado en el despacho de Mulder y Scully), y firmado por Mark Blackmore (concretamente, el artículo se encuentra en el número 197 de la revista, publicado en 2008, en las páginas 57 a 60).
En ese artículo se habla de las teorías de la conspiración, y se enuncia una hipótesis interesante sobre ellas: que a veces la verdadera conspiración no es la que "destapa" la teoría, sino el hecho de que alguien se moleste en desarrollar esa teoría, porque la confeccionaría para conseguir algo.
Por ejemplo: Si surge una teoría según la cual el mundo está gobernado por un grupo de personas poderosas y acaudaladas que se sitúan en la sombra, dominando a los Gobiernos y decidiendo el futuro de todos, aquéllos que la crean concluirán que da igual a quién votemos, porque al final los que van a gobernar serán esos poderosos. Entonces surgiría la apatía, la gente dejaría de votar y de implicarse en el funcionamiento de la sociedad (o si lo preferís, del sistema), y así tendríamos un caldo de cultivo perfecto para que, con sociedades pasivas y carentes de motivaciones políticas, éstas fueran los perfectos receptores de mensajes de todo tipo, porque una sociedad apática es más manipulable, y así recibirían desde mensajes simplemente publicitarios a mensajes que les convenciesen de cualquier cosa. Por ejemplo, de que los culpables de la crisis no son los mercados, sino los inmigrantes (fijaos que el crecimiento de los grupos ultras suele coincidir con épocas de crisis).
Ahora pongamos otro ejemplo: Imaginemos que en un país X estuviese a punto de haber elecciones. Y que, de pronto, hubiese un salvaje atentado terrorista, debido, tal vez, a alguna decisión errónea del Gobierno. Entonces, se produce un vuelco electoral y el partido de la oposición gana las elecciones. Supongamos ahora (es una hipótesis que nada tiene de real, no vayais a pensar, je, je), que desde medios de comunicación afines al partido que acaba de salir del Gobierno se empieza a decir que el atentado fue orquestado por el partido que ganó las elecciones junto con un grupo terrorista, diciendo así que lo que hubo fue una conspiración para forzar un cambio de Gobierno. Pero, ¿no podríamos pensar también que la conspiración está en las propias declaraciones de esos medios, que soltarían esa teoría con intención de desligitimar al Gobierno que acaba de empezar su andadura y así beneficiar a los que ahora están en la oposición?
Pensad en ello.
Un abrazo.