lunes, diciembre 29, 2008

Increíble

Otra vez. Ya van dos años seguidos que, por estas mismas fechas, tengo que cambiar mis planes de redacción para adaptarme a las noticias. O mejor dicho, a la noticia, que los dos años fue la misma. Parece mentira que alguien como yo, que en los últimos años no he pisado una iglesia si no era por un interés histórico, arqueológico o artístico, tenga que dejar de escribir sobre un disco de Heavy Metal (que es lo que quería hacer hoy), por una noticia que tiene que ver con la Iglesia. Pero lo hice hace un año, y vuelvo a hacerlo hoy.
Porque, como ya sabréis, ayer hubo en la plaza de Colón de Madrid una misa por la familia cristiana. Y no me parece mal ni me opongo a ello, quede claro, cada uno es libre de defender aquéllo en lo que cree. Lo que sí me parece mal es que la defensa de un modelo de familia suponga el insulto a todos los demás.
Porque las familias en las que yo creo son ésas en las que los progenitores salen a las seis de la mañana de casa para sacar adelante a sus críos. Ésas que, como no pueden mantener más que a un hijo o a ninguno, usan métodos anticonceptivos para evitar los embarazos. Ésas en las que el amor y el respeto son los pilares de la convivencia. Y me da igual que en esas familias haya un padre y una madre, o dos padres, o dos madres, o una madre soltera, o un padre sólo con sus hijos, me da igual que los hijos sean naturales o adoptados, y me da lo mismo cómo sea esa familia en fin, siempre que en ella haya ese amor y ese respeto al que me refería hace un momento.
Se dicen tantas cosas en actos como el de ayer... El aborto es un asesinato, dijo Rouco Varela. No sé. No sé cómo lo vería si la mujer que va a abortar fuera alguien cercano a mí, o mi propia pareja. Lo que sí sé es que yo no tengo la verdad absoluta. Por eso, no censuraría a esos jóvenes que deciden libremente abortar porque fallaron los métodos anticonceptivos que usaban porque no querían tener hijos, tal vez porque no podían mantenerlos. Ni llamaría asesina a esa mujer que aborta porque el hijo que espera es fruto de una violación. Ni criticaría a esa mujer que, entre lágrimas, decide abortar porque su médico le dijo que el feto tenía una malformación y que había muchas posibilidades de que el embarazo no se pudiera llevar a término de manera feliz. En esos casos, supongo que la decisión no se tomará a la ligera, ni mucho menos con gusto, sino después de una reflexión profunda y dolorosa. Por eso creo que esas personas, lejos de merecer insultos, merecen apoyo. Que algún católico practicante que lea este blog me corrija si me equivoco, pero, ¿no decía la Biblia que quien esté libre de pecado tire la primera piedra?
Se dijo también que los divorciados están fuera de la Iglesia. Pero, ¿se puede decir a una mujer, católica practicante de toda la vida, casada por la Iglesia y cuyos hijos están bautizados, han hecho la Primera Comunión e incluso la Confirmación, que está fuera de la Iglesia por divorciarse de un energúmenos que la maltrataba a ella y sus hijos?
Y se dice que los matrimonios homosexuales son una amenaza para los matrimonios heterosexuales... Sobre una afirmación tan demencial, creo que no es necesario que escriba nada. La propia frase ya se descalifica sola.
Fuera de las grandes catedrales, lejos de los oropeles y el lujo hay un mundo muy grande. Un mundo en el que hay tantas maneras de vivir como personas, y tantos tipos de familias como familias. Lo que no hay es una moral única y excluyente. Ni existen sólo el blanco y el negro, hay muchos (demasiados) tonos de gris.
No critico a la Iglesia en sí misma, porque si bien hizo cosas malas a lo largo de la Historia, también las hizo buenas, tanto en lugares como Ruanda o el Congo, como aquí, al lado de nuestras casas, en parroquias como la de San Carlos Borromeo, en Madrid, o las de Fátima y San Melchor en los barrios antiguamente obreros de La Calzada y El Cerillero, aquí en Gijón. Porque pese a todo, a pesar de las incendiarias declaraciones de las altas jerarquías, aún quedan religiosos que transmiten un mensaje de paz y de solidaridad.
Y, si realmente me planteara creer en algún Dios, sería el que se reconoce en sus predicaciones.

viernes, diciembre 26, 2008

Dejemos que hable uno que sabe

Muy buenas, queridos amigos. Hoy, con un polvorón todavía "añusgao" en la garganta, me gustaría ceder la palabra a un insigne hispanista estadounidense, llamado Gabriel Jackson y que es uno de los que más controla de temas relativos a la Segunda República Española y la Guerra Civil, que hace cosa de un mes publicó en El País un texto muy interesante y creo que muy atinado tal como está ahora mismo el debate sobre la memoria histórica. El texto original lo podéis leer aquí, y por cierto, me sirvió para saber que este buen señor seguía vivo... Y sin más, ahí va:

¿SE PUEDE DAR POR CERRADA LA GUERRA CIVIL?

Todas las guerras son crueles, y las guerras civiles parecen especialmente crueles porque dividen familias, clases sociales y hermandades profesionales dentro de un mismo país. Pero la forma de terminarlas puede influir de manera considerable en las actitudes de los supervivientes y de generaciones posteriores. En el caso de la guerra civil de Estados Unidos, la guerra de secesión, la victoria del norte hizo que Estados Unidos siguiera siendo una sola nación y que se aboliera la esclavitud en toda esa nación, incluida la zona de la derrotada Confederación sudista. Inmediatamente después de la rendición del general Robert E. Lee, el presidente Abraham Lincoln y el general en jefe Ulysses Grant ordenaron a los líderes sudistas que disolvieran sus tropas, regresaran a sus casas y reanudaran sus ocupaciones en la vida civil. Como en todas las guerras, se habían producido asesinatos y crueldades innecesarias, pero no había habido campos de concentración para los vencidos ni una política de encarcelamiento prolongado ni ejecuciones sin fin por parte del gobierno victorioso.
La sociedad española en su conjunto no ha juzgado la dictadura de Franco como un régimen criminal
El norte victorioso en EE UU no castigó con saña al sur como hizo Franco con los 'rojos'
A largo plazo, el fin de la guerra de secesión y la restauración de la democracia constitucional en los antiguos Estados confederados significaron también que, como la clase dirigente blanca volvió a sus posiciones de poder, los antiguos esclavos y sus hijos se vieron legalmente privados de los derechos que tenían los ciudadanos blancos. Hubo que esperar a la década de 1960, un siglo después de la guerra, tras la plena participación de soldados negros en la defensa de la democracia occidental en dos guerras mundiales y después de decenios de lucha de un movimiento de derechos civiles, para que un presidente blanco y originario del Sur, Lyndon Johnson, firmara las leyes de derechos civiles que, por fin, permitieron que los negros estadounidenses fueran ciudadanos de pleno derecho, hasta desembocar en el hecho de que acabemos de elegir a un presidente negro. Y, a lo largo del siglo XX, cuando personas del norte como el que esto escribe viajábamos por diversos Estados del sur, veíamos con frecuencia estatuas de Robert E. Lee y otros héroes políticos y militares de la Confederación derrotada, pero nunca se nos ocurrió exigir que quitaran esas estatuas.
¡Qué distintos fueron el desarrollo y las consecuencias de la Guerra Civil en España! El propósito del alzamiento militar de julio no fue liberar a esclavos ni defender un Gobierno democrático legítimo, sino destruir el primer -y muy imperfecto- experimento de democracia política en España y eliminar físicamente, dentro o fuera del campo de batalla, a todos aquellos a quienes se consideraba comunistas, ateos, anarquistas, masones, etcétera. Después llegó una dictadura de 36 años que incluyó miles de ejecuciones políticas -más en el primer decenio- y la continuación de sentencias de cárcel por motivos políticos y de esporádicas condenas a muerte hasta al final.
Sin embargo, para inmensa fortuna del sufrido pueblo español, el joven rey designado por Franco como sucesor y una parte importante de los hijos de la clase media y alta que había apoyado a Franco se habían convencido poco a poco de que a España le era mucho más beneficiosa una democracia constitucional que la continuación del Movimiento. Esta actitud y la sed de libertad de los vencidos y sus descendientes hicieron posible la transición de una dictadura militar de derechas a una monarquía democrática constitucional.
¿Por qué, entonces, han vuelto a convertirse la Guerra Civil y la dictadura posterior en objeto de enconadas disputas en la conciencia pública española? El principal factor, en estos momentos, es la enorme diferencia de trato recibido por el recuerdo público de los muchos miles de víctimas de asesinatos según fueran personas partidarias del alzamiento militar o de la defensa de la república. Las víctimas de los paseos llevados a cabo por incontrolados anarquistas o agentes estalinistas recibieron honras fúnebres siempre que fue posible recuperar sus cuerpos y, en cualquier caso, durante toda la Guerra Civil y la dictadura de Franco, fueron objeto colectivo del homenaje de la Iglesia y el Estado. Las víctimas, mucho más numerosas, de las incursiones falangistas en las prisiones y los juicios en tribunales de guerra sin un mínimo de defensa legal, seguidos de enterramientos de masas en tumbas anónimas, sólo podían ser recordadas en asustado silencio por sus familiares y amigos. Mientras Franco vivía, cualquier homenaje a su memoria era imposible; en los primeros 20 o 30 años de la Monarquía constitucional, la mayoría de la gente permaneció callada porque no había seguridad de cuánto iba a durar la libertad recién adquirida o porque aceptaba de mejor o peor grado la idea de que era mejor olvidarse del pasado, no "remover las brasas" de una guerra que, al fin y al cabo, había terminado hacía más de 50 años.
En mi opinión, si la reconciliación general de los dos bandos de la Guerra Civil dependiera sólo de restaurar la dignidad de los asesinados por la derecha y por la izquierda, sería posible dar por zanjada la cuestión en el contexto de la actual Ley de Memoria Histórica. Por comparar, si la gran mayoría de los alemanes ha reconocido los crímenes del régimen nazi; si la gran mayoría de los estadounidenses ha reconocido los crímenes colectivos de la esclavitud y posteriormente la segregación; y si la mayoría de los surafricanos ha aprobado el final del apartheid, no cabe duda de que la inmensa mayoría de los españoles podría reconocer el carácter criminal de una represión que duró décadas y ejecutó a más de 100.000 no combatientes.
Sin embargo, lo que ocurre en España, una parte importante del problema, es que la sociedad española en su conjunto no ha juzgado la dictadura de Franco como régimen criminal, en el mismo sentido en el que Alemania condenó el régimen nazi, Suráfrica condenó el apartheid y Estados Unidos condenó la esclavitud y el siglo de segregación que siguió al fin de la esclavitud. Existe una parte pequeña pero sustancial de la población española que opina que la palabra República no fue más que un sinónimo de incompetencia y desorden, que recuerda la violencia laboral, las amenazas contra la Iglesia y la burguesía y las promesas de uno u otro tipo de revolución colectivista en la primavera de 1936. Para esa minoría sustancial, el alzamiento militar fue un esfuerzo justificado, un pronunciamiento tradicional español como método para restablecer el orden público. Esas personas, aunque reconocen la extrema crueldad del régimen de Franco, consideran que la izquierda revolucionaria fue más responsable de la Guerra Civil y sus terribles consecuencias que el alzamiento del 18 de julio.
En estas circunstancias, con la opinión nacional fuertemente dividida, la Ley de Memoria Histórica cumple el propósito justo de permitir que las familias que perdieron a miembros en la salvaje represión franquista descubran todo lo posible, entre 30 y 70 años después, de los restos físicos de sus seres queridos, y que vean sus nombres limpios de acusaciones penales injustas. El Gobierno actual también ha actuado de manera honorable al conceder la ciudadanía a los exiliados republicanos y sus hijos, así como a los miembros de las Brigadas Internacionales que lucharon en defensa de la República. Y, desde luego, debería ser posible, aunque sin duda controvertido, anular por completo las condenas de prisión y muerte dictadas por los tribunales sin que se permitiera ninguna defensa ni se mostrara ninguna preocupación profesional por la veracidad de las acusaciones. Sin embargo, el trato reciente dado al esfuerzo del juez Garzón para documentar en la mayor medida posible las purgas mortales realizadas por los generales rebeldes y sus seguidores deja bien claro que muchos ciudadanos conservadores no creen que dichas purgas constituyeran crímenes contra la humanidad.
Existe un viejo dicho que siempre ha tenido un gran significado para mí como historiador: la verdad os hará libres. En realidad, me parece una frase demasiado categórica. Pero sí estoy convencido de que la voluntad de reconocer la verdad, por desagradable que sea, es un requisito indispensable para superar los recuerdos amargos que pueden transmitirse mientras no haya un relato claro, cualitativo y cuantitativo, de los crímenes cometidos por los militares rebeldes, la Falange, los "incontrolados", los agentes estalinistas y la escoria criminal que, en cualquier sociedad, se aprovecha de los odios de clase y la desintegración del orden público.

Olé, maestro.

sábado, diciembre 20, 2008

El libro del año

Antes de tomarme unos días de vacaciones, durante los que sólo colgaré textos de personas que saben más y escriben mejor, hoy quiero hablaros de una costumbre que cogí hace algunos años. Como sabéis, uno de mis vicios es leer. Siempre estoy leyendo, no sólo obras literarias o libros de Historia, sino de otros muchos temas (cine, música, viajes, teatro...). Y desde hace un tiempo, cada año elijo el libro que más me gustó de todos los que leí, para nombrarlo mi "libro del año" y recomendarlo hasta la saciedad a las personas que tengan la desgracia de dejarme hablar de tales temas. Como nunca hasta ahora me había dado por poner la elección por escrito, voy a hacer la lista de los "ganadores" de otros años (y en algunos casos, también de los "finalistas"), antes de contaros cuáles son el ganador y el finalista de este año.
Aunque antes de esa fecha ya hubo bastantes libros que me marcaron, la costumbre de elegir el "libro del año" la inicié en 2004. Así que por ese año empezamos:
2004:
Es el año en que me licencié, el año que visité Egipto, el año que dediqué más tiempo a la Arqueología y también el año en el que el país se vio sobrecogido por el peor atentado de nuestra Historia. Un año con mucho que contar.
El finalista de ese año fue Lolita, de Nabokov. Parece sorprendente que en un libro en el cual, desde el primer capítulo, ya sabemos que el protagonista es un pederasta confeso y despreciable, acabemos poniéndonos de su parte y concluyendo que la propia Lolita era aún peor que él. La obra es muy compleja, pero a mí la parte que más me gustó es la primera mitad. Y sobre todo, ese principio: "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma (...)". Oye, no será "En un lugar de La Mancha", pero también mola.
El libro ganador de ese año fue El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. Qué pasada. La sed de venganza como motor de la vida de Edmundo Dantés, sin duda, uno de los personajes literarios más fascinantes con los que me he cruzado en mis años de lector. Una obra maestra. No se me ocurre nada más que decir.
2005:
A nivel internacional, éste es el año del atentado del 7 de julio en Londres. Para mí, se trata del año en el que volví a mi antiguo instituto como profesor en prácticas, el año en el que trabajé por primera vez como arqueólogo profesional, y también el año en el que conocí a la que hoy es mi ex.
En lo que se refiere a la literatura, ese año tuve como libro finalista de mi particular "concurso" a la novela Rayuela, de Julio Cortázar. Normalmente se dice que cada libro es, en realidad, muchos, tantos como lectores y estados de ánimo de éstos. Sin embargo, Rayuela es un libro que es, al menos, el doble, porque ofrece la posibilidad de leerlo de dos maneras distintas (y sugiere una tercera), de manera que son dos (o tres) libros en uno, fruto de una clara intención de innovar. En él, la importancia del lector es trascendental.
Pero el "libro del año" no fue Rayuela, sino El Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Es una de mis novelas favoritas, y va de un joven que ve cumplido su deseo de no envejecer. Sin embargo, su retrato sí envejece y en él quedan los efectos que cada uno de sus actos dejan en su interior. En definitiva, todo lo que hacemos nos transforma.
2006:
Este año, igual que 2007, fue un año en el que no hubo finalistas, sólo hubo un claro ganador muy destacado por encima de los demás. Y el ganador fue El pintor de batallas, de Arturo Pérez-Reverte. Se trata de un libro durísimo, de hecho, uno de vosotros dijo en cierta ocasión que puede que se trate del libro que Reverte escribió para purgar sus demonios y no suicidarse. Es también el libro que me reconcilió con la literatura de Reverte, que llevaba algunos años aburriéndome un poco.
2007:
El año 2007 tampoco tuvo un libro finalista, tuvo sólo un ganador claro muy destacado sobre los demas. Fue Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa, de momento, su última novela. En ella cuenta la tormentosa y enfermiza relación de dos amantes durante casi cuarenta años, con los cambios sociopolíticos ocurridos en ese tiempo como trasfondo. Se suele decir que es una obra de amor, pero yo más bien la veo como la descripción de una obsesión. Una obsesión que lleva a perdonar todos los sufrimientos que se viven por ella.
2008:
El año que se acaba vuelve a tener su finalista. Y se trata de un libro de relatos del que ya os había hablado hace algunos meses. Es Sicilia, invierno, de Ignacio Ferrando. Como sobre este libro ya escribí, me remito al texto correspondiente.
Y llegamos al momento de desvelar cuál es el "libro del año" correspondiente a 2008. Y ése no es otro que....
Lo mejor que le puede pasar a un cruasán, de Pablo Tusset. Una novela fresca y divertidísima en la que su protagonista, Pablo Miralles, trata de desentrañar la desaparición de su hermano. En ella, la historia se ve salpicada de sexo, alcohol y de un humor muy inteligente. Os gustará, estoy seguro.
Y ahora, sólo me resta decir... ¡Felices fiestas! (aunque ya sabéis que no me gusta la Navidad, je, je).

sábado, diciembre 13, 2008

Repasemos las noticias

A veces me quejo de que no tengo sobre qué escribir. Esta semana, en cambio, me sobran temas, de modo que voy a intentar hablar de varios de ellos. A ver si no me lío demasiado:
En primer lugar, resulta que según una estadística, uno de cada tres jóvenes españoles apoya la pena de muerte. Esto da miedo. Aunque claro, como toda estadística, hay que tomarla con pinzas (a mí no me preguntaron, ¿y a vosotros?), pero aún así, muestra una tendencia preocupante. Claro está, en un país como el nuestro, para instaurarla haría falta cambiar la Constitución (y para eso en concreto, mejor que no la cambien, creo yo).
Lo interesante sobre este tema es que si se preguntara un día cualquiera, mucha menos gente diría que está a favor. Si la estadística se hace después de un atentado o de un crimen especialmente sonado, pues está claro que más gente apoyará su instauración. El debate puede ser interesante, pero yo tengo una opinión: si el sistema penal está para reeducar y reinsertar ¿cómo se reinserta a alguien si se le ejecuta? Y otra cosa: ¿cuando se condena por error a un inocente qué pasa? Pues eso.
El segundo tema de la semana es la campaña del Ministerio de Sanidad sobre el uso del condón, a ritmo de Hip Hop. Vamos a ver. Por mucho que la cancioncita me parezca infame (ya me conocéis, yo la habría hecho con guitarras eléctricas y baterías con doble bombo), la campaña es necesaria, sobre todo si tenemos en cuenta que cada vez hay más abortos de chicas cada vez más jóvenes. Hace falta información, desde la Administración (con campañas como ésta, por ejemplo), desde la escuela (para que luego digan que no es necesaria la Educación para la Ciudadanía) y, sobre todo, desde las familias. Hace falta que los padres se impliquen de una vez en la educación de los hijos y no dejen todo el marrón para los centros escolares. No podemos esconder la cabeza. Los chavales cada vez se inician antes en el sexo (si nosotros con quince años hubieramos sabido lo que saben los que tienen ahora esa edad...), y es necesario que conozcan los riesgos y la manera de evitarlos. Por eso la educación es necesaria.
Y por último, quería mencionar que se está celebrando una Cumbre sobre Cambio Climático en Poznan (Polonia). Y aquí entra la polémica de siempre: Que si el clima cambia, que si no cambia, que si cambia pero poco... Da igual. Al final, da igual la postura de cada cual, porque si hasta Rajoy acabó proponiendo medidas contra él (¿y su primo qué opina de eso?), será que se le ve utilidad al debate, aunque sea para arañar votos. Obama también habla de plantear medidas contra él. Y, las cosas como son, yo pienso que el debate no es ése. Cambios en el clima los hubo siempre (la Tierra funciona de manera cíclica y cambios los hay de vez en cuando), y negar que ahora el clima está cambiando sólo lo hacen personas muy interesadas o muy ignorantes (a Aznar lo podéis incluir en el grupo que más os guste). El verdadero debate está en si es normal que el clima cambie ahora y a esta velocidad. Muchos científicos apuntan a que buena parte de la responsabilidad es humana (y esto no lo menciono porque lo digan Al Gore o Zapatero, sino porque se recoge en artículos de Nature y National Geographic), pero lo que me gustaría preguntar no es eso. Es lo siguiente: aunque el cambio climático no fuera culpa de los seres humanos, aunque el cambio climático no existiera... ¿tan malo sería que intentáramos tratar mejor al planeta? ¿Estaría mal que tratáramos de contaminar menos y generar menos desperdicios? Yo creo que no.
Vale, que sí, que hay cosas más importantes, como acabar con el hambre en el mundo (cosa que a veces dicen muchas personas que no creen en el cambio climático para intentar parecer más concienciados y de paso decir que los ecologistas se preocupan más de los osos polares que de las personas). Pero debemos recordar una cosa: Las personas más pobres, las que viven en el Tercer Mundo, son las que pueden verse más perjudicadas si el cambio climático es verdad, porque viven del sector primario, el más afectado por las oscilaciones del clima. Si hay un cambio climático (es una hipótesis, no discutamos), perderán sus medios de vida y entonces... ¿qué?
Complicada pregunta.

sábado, diciembre 06, 2008

Que treinta años no es nada...

La Constitución española cumple hoy treinta años. Y parece que fue ayer. Si la Constitución fuera persona, ya sería mileurista.
Y eso que la Transición no fue cosa fácil, eh, y hubo momentos en los que parecía que esto no iba a funcionar. Pero al final, salió bien. y gracias al esfuerzo de las personas que lucharon en esos momentos, ahora tenemos un sistema que funciona de manera más o menos justa.
Pero no debemos dormirnos en los laureles. La Constitución está muy bien, fue fruto del consenso y todo eso. Pero tenemos que recordar que fue hecha por personas, y que por eso no es perfecta. Es susceptible de mejorar para adaptarse a las nuevas realidades de nuestra sociedad, y de hecho, creo que es necesario que cambie en algunos aspectos.
Y también molaría que se lograra que todos los derechos que aparecen recogidos en ella fueran respetados por igual. Que a veces por salvaguardar unos derechos se perjudica el cumplimiento de otros (ya sabéis a cuáles me refiero, para qué dar más datos).
Bueno, por hoy no digo más, que tampoco es cosa de alargarse demasiado, que no en vano yo no había nacido cuando se promulgó (y la mayoría de mis lectores tampoco). Cualquier cosa más que pudiera decir ya entraría en el campo de la divulgación histórica y no es momento para ello.
Un abrazo.