viernes, julio 18, 2008

Méritos acumulados

Muy buenas, queridos lectores. Hoy quería hablaros de algunas cosas relativas a esto de las oposiciones. No de los exámenes, que por cierto me dejaron un sabor de boca relativamente bueno, sino de la baremación de los méritos.
Estamos en un proceso de selección que se hace por concurso-oposición, y eso significa que los méritos derivados de experiencia y de formación tienen un papel determinante en la definitiva formación de las listas de interinos, sustitutos, o como se llamen (nos llamemos) en cada Comunidad Autónoma. A mis 27 años todavía no he tenido posibilidad de trabajar como profesor, luego no tengo méritos por experiencia. Mis méritos se limitan a la formación y al cajón de sastre llamado "Otros Méritos", que, id vosotros a saber por qué, tiene al final un peso bastante considerable en la formación de las listas de interinos de Asturias.
Vaya por delante que en lo que a méritos se refiere, me considero un privilegiado, porque en formación tengo más que la mayoría de la gente de mi edad. Pero precisamente por eso, me repatea que me racaneen en el apartado de "Otros Méritos". Porque en ese apartado, de dos puntos posibles, sólo me reconocen medio cuando yo contaba con más de uno y medio.
Resulta que este año, se niegan sistemáticamente a reconocer los cursos de gallego que muchos opositores hicimos para presentarnos en Galicia. Sé que ahora diréis que en Asturias no deberían contarlos, pero si hay un apartado dentro de "Otros méritos" relacionado con los cursos de otras especialidades, será porque nos van a contar todo cuanto podamos aportar, aunque sea de cocina creativa (por cierto, id al occidente de Asturias y decidle a la gente que vive allí que habla en una variante del asturiano, a ver qué os contestan).
Pues resulta que pasé por la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT (estoy afiliado) y después de un rato de dar vueltas con las cosas, llegamos a la conclusión de que tengo base para reclamar (y como yo, varios miles de opositores más). Pero, vaya por Dios, al ir a coger el tren para volver a Gijón, pasé por delante de la Consejería de Educación y decidí entrar para ver si algún funcionario me arreglaba las dudas de manera más segura. Entonces me encontré con la típica funcionaria pagada de sí misma y super inteligente de la muerte con la que mantuve la siguiente e interesante conversación:
YO: Hola, buenos días, me gustaría saber si tengo base real para reclamar estos méritos de mi baremación.
ELLA: ¿Qué cursos son?
YO: Unos cursos de gallego que deberían entrar en el apartado 3.1.2 de la baremación.
ELLA: ¿Cómo eran los certificados?
YO: En la inscripción los mandé en gallego, pero...
ELLA: No, no, certificados que no vayan en castellano no se bareman.
YO: Pero la convocatoria no lo especifica.
ELLA (aumentando el nivel de decibelios): Pero es que yo no tengo por qué saber gallego para entenderlos.
Aquí yo podía haberle preguntado si controla mucho de lengua de signos (que sí es oficial), o si me pedirían traducido un certificado de inglés homologado por Oxford o una licenciatura obtenida en una Universidad extranjera, o incluso recordar que a colegas míos tampoco les baremaron estos cursos pese a dar los certificados en castellano, pero preferí seguir por estos derroteros:
YO: Lo sé. Pero es que la convocatoria no especificaba que los certificados tuvieran que ir en castellano.
ELLA: Eso se da por supuesto.
YO: ¿Tengo que saber qué da por supuesto el que redacta la convocatoria? - me mira mal y añado - De hecho, en otras convocatorias de otras comunidades se especifica que sólo se bareman los méritos alegados en castellano.
ELLA: Pues aquí es así.
YO: Vale. ¿Y si en la reclamación incluyo los certificados traducidos?
ELLA: A ver. Enséñamelos.
Se los doy y me suelta:
ELLA: No, no, esto no vale - mi cara se vuelve de póker por momentos y añade - . Esto no está homologado por ningún poder público con competencias educativas.
YO: ¿La Xunta de Galicia no tiene competencias educativas?
ELLA: No, las competencias las tiene la Consejería de Educación.
Nota del autor: Y digo yo, ¿las Consejerías no dependen de los Gobiernos? ¿A los Consejeros no los nombran los Presidentes? Y además, lo gordo es que, según la lógica de esta tía, las Universidades tampoco deberían tener competencias educativas, puesto que ahora ya no dependen del Ministerio de Educación. Pero bueno.
La cosa siguió todavía durante unos minutos en los cuales la conversación parecía sacada de un chiste de Gila y ella hacía cada vez más gala de su estulticia, mientras yo intentaba hacerle ver lo absurdo del razonamiento en el que basaba su negativa, hasta que me fui de allí aburrido porque la torda en cuestión no acababa de enterarse de la movida. Pero entoces vi la luz:
- Aceptando la lógica de esta pava, si los Gobiernos Autonómicos no tienen competencias en materia educativa, supongo que tampoco las tienen en ninguna otra materia. De aquí se deduce que los Gobiernos son inútiles e inoperantes. Entoces, ¿para qué los votamos?
- Según toda la lógica de la chorba esta, las Consejerías no dependen de ningún Gobierno, son entes autónomos y autogestionados, y los Consejeros nacen por generación espontánea y no rinden cuentas más que ante la Historia.
Forzando un poco más el razonamiento y llevando este absurdo hasta el límite, podemos acabar diciendo que la tía que me atendió no era una funcionaria, sino una voluntaria del Colectivo Autogestionado Consejería de Educación, y que en sus ratos libres hace malabares con mazas. El edificio de la Consejería no es un edificio público, sino una casa ocupada; los funcionarios (perdón, los voluntarios) que están fumando a la puerta no fuman precisamente tabaco; y el policía de la puerta no es tal, sino un anarquista perro-flauta.
Lo que hay que ver.
Por cierto, entrad en mi otro blog, que ya hay capítulo nuevo.

martes, julio 15, 2008

Metal a la orilla del mar

Muy buenas, queridos lectores. Después de los "fastos" debidos al texto número cien de este blog, y después de haber colgado un nuevo capítulo de Sombra y Luz en el otro, vuelvo otra vez a la acción en éste. Y hoy me gustaría hablaros del concierto que dieron Avalanch el pasado sábado día 12 de julio en la Semana Negra de Gijón, que este año se celebró en la playa de Poniente. Y cuando digo que se celebró allí, lo digo con todas las consecuencias en lo que se refiere al concierto: el escenario estaba montado en la arena y el público también tenía que estar allí.
Si he de ser sincero, Avalanch nunca fueron mi grupo favorito, y mucho menos desde que abandonaron la senda del Power Metal para adentrarse por caminos más progresivos, pero aún así, valía la pena ir a verlos, por un lado porque estamos hablando del único concierto verdaderamente interesante que se ha programado para este verano en Gijón, y por otro lado porque además, el grupo iba a aprovechar para grabar un disco y un dvd en directo, lo cual siempre asegura un repertorio interesante (por cierto, cuando grabaron el anterior disco en directo, el genial Días de Gloria, del año 2000, yo también estaba viéndolos).
El concierto se inició puntualmente a las diez de la noche (aunque habría que aclarar que todavía no había anochecido... la primera vez en mi vida que voy a un concierto que empieza de día), con unos Avalanch potentísimos que salían a matar y a morir. Pero debo decir que yo iba con los deberes sin hacer, así que no pude apreciar en su justa medida los primeros temas del concierto, "Ángel de la muerte", "Otra vida" y "Hoy he vuelto a recordar", de su más nuevo plástico Muerte y vida. Pero el primer recuerdo de su época Power, "Delirios de grandeza", hizo que los de la vieja guardia empezáramos a meternos en el concierto. La actuación se basó en temas de sus últimos discos, y así sonaron "Niño", la estupenda "Papel roto", "Aprendiendo a perder", "Alas de cristal"... antes de hacer otro guiño a los viejos tiempos con "Juego Cruel", tema con el que Ramón Lage (cantante) demostró que está a la altura también en los temas más antiguos.
Recordando que estamos en Asturias, Alberto Rionda, guitarrista y verdadero líder de Avalanch, atacó en solitario la tradicional "Santa Bárbara" en plan instrumental, pero no pudo evitar que el público cantara la canción dedicada a la patrona de los mineros. Después de este momento tan intimista, atacaron "La cara oculta de la luna", la genial "Aún respiro", "Semilla de rencor" (¿tal vez dedicada a su antiguo cantante, Víctor García, hoy en WarCry?) y las recientes "Quién soy", "Caminar sobre agua" y "Pies de barro".
La preciosa "Alborada" sirvió para iniciar unos bises muy largos, en los que sonaron también "Lucero" (una de mis favoritas de esta nueva etapa de Avalanch), y los últimos guiños al pasado, que fueron "Xana" (para quienes leéis desde fuera de Asturias: las xanas son unas ninfas de las aguas propias de la mitología asturiana, y suelen vincularse a fuentes, ríos y esas cosas) y la inesperada "Torquemada" (que alguien me corrija si me equivoco: ¿ésta no la había escrito Víctor García, cantante con el que la relación es, como mínimo, tensa?). "Sombras y ceniza", "La prisión de marfil" y "Lágrimas negras" fueron las canciones elegidas para terminar el recital, que al final duró dos horas y media.
El concierto fue genial, el grupo estuvo muy compenetrado y lo dio todo sobre el escenario, el público se entregó (nos entregamos) como bestias, el sonido fue brutal y todo salió perfecto. Los músicos son espléndidos, sobre todo Alberto Rionda, que, a pesar de que me cae fatal, debo reconocer que es un maestro de las seis cuerdas. El cantante, Ramón Lage, demuestra que puede enfrentarse a todos los retos que supone una grabación en directo. El segundo guitarra, Dany León, cumple a la perfección su papel de "escudero" de Rionda y se compenetra con él de manera espectacular. El bajista Fran Fidalgo y el batería Marco Álvarez cumplieron con contundencia su labor en la parte rítmica, y el teclista Mario Fueyo, más conocido como Dark la Eme (sobre todo cuando ejerce de rapero) se adaptó perfectamente al sonido del grupo, supliendo de maravilla a Roberto Junquera, que en enero había anunciado su marcha del grupo de manera temporal. En resumen, un concierto genial y una buena manera de disfrutar en la noche del sábado. Si hubiera que buscarle alguna pega, sería la falta de la canción "Pelayo", que algunos esperamos hasta el final del concierto (de hecho, yo hubiera apostado a que iba a ser la última, porque me parecía que, siendo asturianos, y tocando en una ciudad que tiene al susodicho Pelayo en su escudo, era lo más lógico, sobre todo teniendo en cuenta que es una de las canciones que mejor funcionan en directo). Pero bueno, no se puede tener todo.
La pena es que no pude romperme la voz como acostumbro. Eso de tener un examen oral la semana siguiente...

lunes, julio 14, 2008

Cien historias

Aquí estoy de nuevo, queridos lectores. Y esta vez no quiero contaros nada concreto. Sólo quiero recordar que esta es la centésima vez que me siento a escribir para vosotros en Que paren el mundo que me quiero bajar. Cien entradas ya. La verdad, nunca pensé que llegarían a ser tantas. Sobre todo al principio, cuando casi nadie se acercaba por este rinconcito de la blogosfera.
Cien. Un número redondo. A veces parece que todo lleva al número cien. Son los años que tiene un siglo; son los soldados que tenía bajo su mando un centurión romano; son los días que tardó Philleas Fogg en dar la vuelta al mundo, pero mal contados... Todo va a dar al número cien, je, je. Pero claro, eso mismo podríamos decir de cualquier otro número, ¿verdad? Pero por algún motivo hemos decidido celebrar sólo los números redondos. Y por eso el 100 es tan llamativo.
Vale, ahora algún desgraciado podría recordar que no siempre escribí yo, que un par de veces colgué textos ajenos. O que la primera vez que escribí lo hice para daros la bienvenida, o que otra vez lo hice para decir que iba a estar un tiempo sin escribir. Pero bueno, esto es lo que hay.
Por supuesto, esto no hubiera durado tanto tiempo si no hubiera personas ahí, al otro lado de la pantalla, leyéndome y dándome ánimos. Porque, aunque a veces diga que este blog es la voz que clama en el desierto, es mentira. Sé bien que estáis ahí y que seguís lo que escribo. Las reflexiones y las opiniones, los relatos y los comentarios, las denuncias y las recomendaciones. Las mentiras y las verdades, en definitiva.
Y nada de esto sería posible si vosotros no me recordarais que estáis ahí. Por eso, estas palabras no son para mí, ni para celebrar mis textos. Son para vosotros, porque vosotros, amigos, sois los responsables de que esto siga existiendo. Y seguirá mientras estéis ahí.
Gracias.

jueves, julio 03, 2008

Simbiosis inversa

El otro día me dio por hacer una reflexión un tanto rara y me gustaría compartirla con vosotros. Empecé a pensar en que, igual que ciertos bichejos, los humanos podemos protagonizar una suerte de simbiosis, de necesidad de algo para vivir. Las hay muy íntimas, como la que se puede sentir con una pareja. O más dañinas, cuando se necesita (o se cree necesitar) para vivir algún tipo de vicio. Pero también los grupos humanos pueden ser simbiontes de algo más... trivial. Y a veces es muy simple: Un club de fans de un grupo musical no podría existir si dicho grupo no hubiera existido, así que lo necesitan para tener una razón para existir.
Pero luego me paré a pensar y me di cuenta de una paradoja: Aunque parezca un contrasentido, a veces puede necesitarse la existencia de aquello que odiamos (o decimos odiar) para justificar nuestra existencia. Es una especie de simbiosis pero al revés. Es lo que podríamos llamar una simbiosis inversa. No lo voy a explicar con un ejemplo concreto (aunque tengo uno en la cabeza), porque puede ser políticamente incorrecto. Pero aún así, intentaré explicaros a qué me refiero:
Imaginemos a un grupo humano A, con sus características propias. Y ahora imaginemos un grupo humano B cuya característica única es su oposición al grupo A, con lo que a este grupo B lo vamos a llamar a partir de ahora Anti-A. A pesar de que los miembros de Anti-A dicen odiar a A y desear que desaparezca, consciente o inconscientemente, necesitan a A, hasta el punto de que si A desapareciera, Anti-A desaparecería también, porque habría desaparecido el único motivo de su existencia.
De esta forma, los más interesados en que A exista son, aunque no lo quieran reconocer, los miembros de Anti-A, porque su desaparición les privaría de su razón para existir.
¿Curioso, verdad? Ahora, pensad en algún ejemplo al que aplicarlo.
Y por cierto, ya tenéis otro capítulo de Sombra y Luz para que le echéis un ojo.
Y la semana que viene.... la entrada número 100.

Crítica literaria

Muy buenas, queridos lectores. Después de haber colgado ayer el primer capítulo de Sombra y Luz en el otro blog, hoy os regalo otro texto (no sé de qué os quejáis, je, je). Y hoy me gustaría hablaros de un libro que descubrí un poco por casualidad (lo recomendaron por la radio un día que estaba escuchándola distraídamente), y que me gustó mucho. Es éste:



Como veis, se titula Sicilia, invierno, y lo escribió el asturiano (de Trubia, para más señas) Ignacio Ferrando, que además es profesor de la Escuela de Escritores (tengo pensado hacer algún día un curso ahí, a ver si aprendo a escribir de una puñetera vez, je, je). Es un libro de relatos verdaderamente original e interesante, y creo que os puede gustar. Se trata de una colección de historias, varias galardonadas en distintos concursos, muy originales, con finales sorprendentes y abiertos que harán que os quedéis pensando cómo podría continuar cada una. La verdad, en varias ocasiones terminé alguno de estos relatos pensando "joder, qué bueno es el cabrón este".
Que ésa es otra: Encima, el tío escribe bien, y no sólo cuenta historias que nos hacen pensar. También están bien escritas, y es un verdadero placer leer algunas de ellas. "Trato hecho" (Premio Juan Rulfo 2007), "Estación de tránsito" (Premio de Narraciones ALSA 2006) o "Flor de bambú" (VII Premio de Narraciones Ciudad de Cádiz, año 2007) son los títulos de algunos de estos relatos, y concretamente los títulos de mis favoritos. Pero cualquiera de los once que componen el libro es muy recomendable.
Si tenéis ocasión, no dejéis de echarle mano. No os arrepentiréis.
Y dentro de un par de entradas... el texto número 100.

martes, julio 01, 2008

No soy objetivo

He de reconocerlo. En determinadas cuestiones no soy objetivo en absoluto. Así, un disco de los Rolling Stones, una película de Woody Allen, un libro de Gabriel García Márquez o un episodio de Los Simpsons no me van a parecer malos nunca. Pueden parecerme más flojos, menos logrados, menos redondos... pero malos, nunca.
Al margen de temas más o menos intelectuales y/o frikis, hay otra cosa con la que tampoco puedo (ni quiero) ser objetivo: Esas películas en las que Harrison Ford sale con barba de dos días, sombrero y un látigo en plan sadomaso.
Lo habéis adivinado: voy a hablar de las películas de Indiana Jones. Y sí: voy a hacer la crítica de la última, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal.

En lo que se refiere a las películas, si no puedo ser objetivo es porque también me gustan. No exagero si digo que las tres originales las vi nueve veces (sí, nueve veces) cada una. Y volveré a verlas unas cuantas veces más (si levanto la mirada de la pantalla del ordenador, puedo ver los dvd con la trilogía original en una de las estanterías que tengo encima). Por eso, supongo que no es sorprendente que diga que esta última entrega de la saga también me gustó. Pero con matices.
En primer lugar, no puedo decir que sea mejor que Indiana Jones y la Última Cruzada (la primera película que vi en el cine y la que me sirvió para descubrir que amo la Historia y la Arqueología), ni mucho menos que sea mejor que la espléndida y nunca suficientemente valorada En busca del Arca Perdida. Pero aún así, es una peli entretenida, emocionante y muy divertida. Una buena forma de pasar una agradable tarde de domingo.
Desde luego, se echa de menos que los malos sean los nazis, aunque el cambio de rivales es algo lógico y necesario: Han pasado casi veinte años (la peli se ambienta en 1957) y el contexto histórico es muy distinto. Pero eso hace que algunas cosas queden un poco forzadas, porque si bien los nazis sí tenían un interés por encontrar reliquias antiguas que justifica el enfrentamiento por el Arca de la Alianza o por el Grial, no hay constancia de que los soviéticos tuvieran interés por cuestiones esotéricas más propias de Iker Jiménez y J. J. Benítez. Pero bueno, como cantaba la churri de Indiana Jones y el Templo Maldito al principio de la película, "Todo puede suceder".
Por eso no me parece mal que la película se resuelva con un final que recuerda a ciertas viejas películas de George Lucas y de Steven Spielberg que no voy a mencionar para no dar pistas que puedan reventar el final a los que todavía no la habéis visto (aunque creo que ya dije más de lo que debía... en fin, lo siento).
Un detalle que me gustó fue que el principio de la película se desarrolla en el misterioso almacén en el que se guarda el Arca de la Alianza al final de la primera peli, y que es, ni más ni menos, que la legendaria (y seguramente ficticia) Área 51. Además, me gustó mucho que en un momento dado, el Arca haga una fugaz (pero estelar, por supuesto) aparición, para regocijo de los fans acérrimos que estábamos en el cine. Y eso de que se insinúe que Indiana había participado en la (también ficticia en la realidad, claro) autopsia del extraterrestre de Roswell también me hizo mucha gracia. En definitiva, es Indy... todo es posible.
Pero sí hubo un par de detalles que eché de menos. El primero era inevitable, que faltara el doctor Marcus Brody era lógico, ya que su intérprete, el actor Denholm Elliott, falleció en 1992. Me pareció menos lógico que faltara el padre de Indiana, Henry Jones Sr. (Sean Connery), no tanto por no haber llegado a un acuerdo económico con el actor (al que sí se le ofreció participar), sino porque, para evitar tentaciones futuras, se dice que el padre de Indy había muerto. Pero vamos a ver.... ¿No habían bebido él y su hijo del Grial al final de la Última Cruzada? Entonces... ¿no deberían ser inmortales los dos?
Hombre, me hizo gracia que la chica en esta peli vuelva a ser su novia de los tiempos del Arca, Marion Ravenwood (interpretada por Karen Allen), pero ya no me gustó tanto que ésta viniera con regalo incluido. Sí, hablo del hijo de Indiana, Henry Jones III, una especie de rebelde sin causa (y sin cabeza y sin personalidad...) que me cayó como una patada en las muelas desde que lo vi aparecer intentando parecerse a Marlon Brando en Salvaje (de 1954). No sé, no puedo evitar ver esta película como un intento de mostrarnos a este personaje como el sucesor natural de Indiana (me remito a esa escena final en la que el sombrero modelo Fedora cae a sus pies, aunque luego Indy lo reclame como propio). No me extrañaría lo más mínimo que en unos pocos años lo tuviéramos intentando emular a nuestro aventurero favorito. Y eso sí que no.
Total, y resumiendo. La película está bien, es entretenida y muy recomendable para pasar un buen rato. Pero hubiera quedado mejor sin ese intento de ponernos a Shia LeBouf (o como carajo se escriba) como sucesor de Harrison Ford. Que todavía hay clases.
Y antes de que alguien pregunte, ya respondo yo: Sí, sé tocar la música de Indiana Jones con la guitarra, je, je.
Por cierto, ya queda menos para el texto número 100 de este blog... ¿Quién iba a pensar que aguantaría tanto?
Y ahora aprovecho para deciros que no dejéis de visitar mi otro blog, Sombra y Luz. Todavía no colgué el primer capítulo, pero os prometo que, si no pasa nada raro, el domingo ya lo podréis leer.