lunes, abril 23, 2007

Todo está en los libros


"- Hombre, Pablo. ¿Qué tal?
- Bien, gracias.
- Dime, ¿qué querías?
- Pues venía a ver si teníais la Epigrafía Romana de Asturias, de Francisco Diego Santos.
- Ah, ya, se reeditó hace poco. Pues no lo tenemos, pero lo podemos pedir. Lo tendrías aquí la semana que viene.
- Vale, no me corre prisa, pedidlo.
- ¿El autor llegó a darte clase en la Facultad?
- No, ya se había jubilado.
- Pues a mí sí me dio.
- Dicen que era muy buen profesor.
- De los mejores. ".
Esta conversación la tuve hace unos pocos meses con Chema, uno de los dueños de Paradiso, la librería en la que compro desde hace casi diez años. Me gusta comprar allí porque me conocen por mi nombre, ya saben qué libros busco y porque, como estudiaron lo mismo que yo, no les suenan a chino los títulos que les pido. Y sobre todo porque me gusta la manera en la que tratan los libros. Con reverencia. Me sigue resultando llamativo verlos coger cuidadosamente cada libro, abrirlo con delicadeza para leer el precio que está escrito a lápiz en la primera página, meter un marcapáginas antes de cerrarlo y dármelo justo un segundo antes de preguntarme si quiero una bolsa para llevarlo.
La diferencia con los otros libreros que he conocido en mi vida es notable, sobre todo si los comparamos con los que trabajan en las macrolibrerías tan de moda últimamente. Ésos a los que les importa un carajo quién sea su cliente, a qué se dedique y qué ha estudiado, y a los que les da igual venderte un libro sobre Egipto que uno sobre el extraterrestre de Roswell, porque tanto en un caso como en el otro, la conversación se limitará sólo a decirte el precio del volumen. Precio que, por cierto, suele estar pegado en el dorso del libro, de manera que hay que elegir entre quitarlo y llevarte un trozo de la contraportada, o dejarlo y no poder leer enteros los comentarios que ahí aparecen.
Los libros merecen un respeto, porque muchos fueron escritos por personas excepcionales. Y porque muchos libros compensan la fatalidad de tener malos profesores. Ningún profesor, por muy bueno que sea, enseñará tanto de su materia como una biblioteca bien surtida. Y por eso me gusta ver a gente que trata a cada libro con el respeto que se merece.
Un bibliotecario también debería saber respetar los libros, y así suele ser, aunque hay terribles excepciones. Cada biblioteca es un tesoro en sí misma, puede ser la puerta por la que entrar a innumerables mundos, reales y ficticios, y cada bibliotecario es el guardián de ese tesoro. Y otra ventaja de las bibliotecas es que, frente a las librerías, las bibliotecas son gratuitas, un servicio público destinado a cada ciudadano sea cual sea su capacidad económica.
Pero ahora, unos cuantos visionarios que en realidad están más ciegos que topos, quieren que haya que pagar un canon por utilizar las bibliotecas. La idea me parece absurda. Aunque el precio que haya que pagar sea mínimo y simbólico, no serviría de nada. Los que no leen cuando los libros son gratis tampoco lo harán si tienen que pagar por ello. Y mucha gente que lee los libros de las bibliotecas porque no puede comparlos dejará de hacerlo.
Puede que en otros países más acostumbrados a pagar por lo bueno esta medida diera resultado. En este país, donde la queja de que no se lee es ya un tópico, sólo serviría para que se leyera todavía menos.
Feliz día del libro.

jueves, abril 19, 2007

Tengo miedo

Pues sí, camaradas. Tengo miedo. Para ser más exacto, estoy literalmente acojonado. ¿Por qué?, preguntará alguien. Pues porque este mundo está cada vez más desquiciado (aunque claro, por algo este blog se titula Que paren el mundo que me quiero bajar y no La vida es bella). Os voy a dar algunos ejemplos:
En primer lugar, el lunes nos encontramos a la hora de la cena con la noticia de que en Estados Unidos, en Virginia para más señas, un fulano se había cargado a un número bastante elevado de personas en el campus universitario (cosa que muchos pensamos hacer en más de una ocasión, pero solíamos pensar en hacérselo a profesores, no a alumnos). Además, a medida que se iban sabiendo cosas del suceso, se supo que el tipo en cuestión estuvo en tratamiento psicológico debido a problemas mentales y nadie pensó en vigilarlo más estrechamente. Encima, el tiroteo se hizo en dos fases, separadas por un par de horas de diferencia. ¿Alguien pensó en evacuar el campus o en buscar al responsable en ese par de horas? No. Se permitió que el tío ese siguiera pegando tiros a todos bicho viviente. Y es que en Estados Unidos, ya se sabe, hay mucha libertad. Sobre todo para disparar. Encima, el que le vendió las armas dice que si éstas estuvieran permitdas en el campus, eso no habría pasado. No te jode. Y si él no se las hubiera vendido, tampoco.
Esto nos podría llevar a cuestionar el hecho de que en los Estados Unidos sea tan fácil tener armas y usarlas, ya que incluso es un derecho reconocido por la Constitución. A lo mejor está muy visto, pero mi idea, aún siendo tópica, no creo que sea errónea: Si no se tiene acceso a las armas, tampoco se pueden usar (al menos con tanta facilidad). Pero, como se vio hace un par de días en un reportaje en los informativos de Tele 5, aquí en España tampoco es demasiado difícil pasar el examen psicotécnico para tener armas. Si les caes bien, muchos médicos harán la vista gorda aunque seas un potencial peligro para la sociedad.
Pero más peligrosas que las armas pueden ser muchas ideas. Lo digo porque anoche me encontré con un e-mail de uno de mis queridos lectores que incluía como archivo adjunto una presentación en Power Point sobre la ley islámica, la sharía. Esa presentación empezaba con unas duras imágenes que, supongo, intentaban concienciarnos sobre las atrocidades que se pueden llegar a cometer en nombre de la religión. Hasta cierto punto podía considerarse que la idea no era del todo mala. El problema es que después se incluían una serie de reflexiones que me parecen, como poco, cuestionables. Me explico:
Los argumentos que se daban parecían insinuar que la sharía está vigente en todos los países de mayoría musulmana. Nada más lejos de la realidad. De hecho, lo que no se dice en esa presentación es que los países en los que está en vigor son unos pocos (recomiendo la visita a la web de Amnistía Internacional para comprobarlo). Eso me parece poco responsable. Unas palabras así pueden hacer que mucha gente tome la parte por el todo y culpe a todos los musulmanes de que pasen esas cosas, cuando todos sabemos que son sólo una minoría. En una sociedad en la que el sentido común es el menos común de los sentidos y en la que la capacidad de crítica es nula, es una irresponsabilidad ir diciendo cosas que pueden alimentar el odio (ya lo decían Leño: "los que alimentan el odio / con odio se encontrarán"). Además, por si todo esto fuera poco, se dice algo así como que con nuestros impuestos se están pagando mezquitas y escuelas coránicas. Pues sí. También se financian iglesias y colegios concertados dirigidos por curas que transmiten ideas contrarias a la legalidad (como que los homosexuales son pecadores, por ejemplo), y nadie se rasga las vestiduras. Y encima lo dicen como si debiéramos sentirnos mal por permitirlo. En una cosa sí que tengo que dar la razón al autor de la presentación: Considero que, por pensar así, es un racista y un facha.
Deberíamos pararnos a pensar si todo esto no es sino una prueba de que nuestra sociedad tiene un problema latente que tarde o temprano puede estallarnos en la cara: Que hay mucho ignorante suelto. Por cierto, acabo de leer en la web de El País que la Unión Europea va a considerar como delito la incitación a la xenofobia y el racismo... Que este fulano tome nota. Aunque claro, como me estoy metiendo con lo opina otra persona, no faltará quien diga que estoy contra la libertad de expresión.
Y sobre la peregrina idea de querer cobrar un canon por usar las bibliotecas (que parece que finalmente sí se va a poner en práctica) ya hablaré la semana que viene, que para eso se celebra el día del libro.

sábado, abril 14, 2007

España mañana será republicana

Lo prometido es deuda. En mi último texto dije que hoy escribiría algo en relación con la fecha que es. La fecha de la proclamación de la II República (tal día como hoy de 1931). Bueno, también es el cumpleaños de alguien a quien conocemos algunos de nosotros, pero como me hizo soltar bastantes tacos en los últimos tiempos y además no lee este blog, paso de felicitarlo.
Hace un año ya os mandé algo sobre este tema, así que no voy a extenderme con mi opinión (que comparto conmigo mismo y con mi mecanismo). O sea, que voy a ser breve:
Prefiero el sistema republicano porque nos da la oportunidad de elegir a nuestro Jefe del Estado y destituirlo si no cumple con su obligación. Porque hace que un cargo de tanta importancia y representatividad no esté en manos de una familia concreta y porque impide que tengamos que mantener no sólo al que lo ostenta, sino también a su (extensa) familia.
El problema es que en este país no sería fácil la proclamación de la República. No porque España sea un país monárquico, sino porque nos han convencido de que la Monarquía es buena. Así, han conseguido que nadie se plantee el papel de la Familia Real, llegando a convertirla en algo casi sagrado; tanto es así que por la tele podemos ver insultar a cualquier persona, pero jamás vemos insultar al rey o sus vástagos.
Claro, que también hay que tener otra cosita en cuenta. Que si ahora las elecciones se hacen "sólo" para tener el cargo de Jefe del Gobierno y ya vemos una enorme cantidad de mentiras y pucherazos (como el de las papeletas de voto por correo falsificadas por el PP de Melilla), ¿os imagináis lo que se haría para conseguir también el cargo de Jefe del Estado? Da miedo.
Sin embargo, no pierdo la esperanza. Espero que algún día podamos ver una democracia completa en este país y podamos elegir a todos y cada uno de nuestros representantes. Pero hasta entonces, gritad conmigo:
¡VIVA LA REPÚBLICA!



miércoles, abril 11, 2007

De todo un poco

La verdad es que no pensaba escribir nada hoy; de hecho, pensaba esperar hasta el sábado día 14 para meter un texto sobre la República, como le dije a una lectora ayer por el messenger. Pero en vista de que os voy engañando para que penséis que tengo talento para esto de escribir, decidí mencionar algunas cosillas sobre actualidad y de paso quitarme el mono de contar cosas.



La primera, como se puede observar en la viñeta (publicada esta misma mañana en El País), se refiere a los escalofriantes datos que los accidentes de tráfico nos dejaron estas últimas vacaciones. Forges, con su habitual lucidez, pone el dedo en la llaga en dos cuestiones relativas al tráfico. Una, el mal estado de muchas carreteras, y la otra, la imprudencia de muchos conductores. No estaría mal llevar a cabo una reflexión sobre ambas.
Otra cosilla que me apetecía comentar es el hecho de que esta tarde los Peones Negros se manifiestan en Oviedo para pedir la verdad sobre el 11-M. Sería interesante que vieran algún telediario (tampoco vamos a pedirles que lean periódicos, no se vayan a herniar), y así se dieran cuenta de que en el juicio sobre el particular se están desmontando cada vez de manera más clara las teorías conspiratorias.
Me gustaría también hacer referencia al intento por parte de la jerarquía eclesiástica de cerrar la parroquia de San Carlos Borromeo en el barrio de Entrevías (Madrid). Me parece indignante que la Iglesia considere necesario cerrar una parroquia que hace lo que deberían hacer todas: Ayudar a los que lo necesitan. Ya sabéis mi postura sobre la Iglesia, así que no volveré a mencionarla. Pero tal vez no tengáis muy clara mi visión del cristianismo: Muchas veces os he comentado que el cristianismo tiene pocos elementos propios y que muchos los tomó de religiones anteriores. Pero eso no resta valor al mensaje que transmiten los evangelios, que es un mensaje de paz y fraternidad. El problema es que la Iglesia prefiere dar más importancia a lo externo, a celebraciones fastuosas sin sentido, que a llevar a cabo el verdadero mensaje evangélico. Si el Vaticano se preocupara más por los que lo necesitan y menos por el dinero, el mundo sería bastante mejor.
Y por último, me gustaría aprovechar para recordar que hoy cumple 87 años el doctor Raymond Carr. Este nombre a muchos de vosotros no os dirá nada, pero es el de un excelente historiador y un insigne hispanista, autor, entre otras muchas cosas, del que a lo largo de los años ha sido el manual de Historia Contemporánea de España por excelencia para varias generaciones de historiadores (la edición que yo tengo es la décima, o sea que calculad los años que lleva utilizándose). Este tema me había hecho plantearme la posibilidad de escribir algo sobre cómo se escribe y se divulga la Historia, pero luego decidí no hacerlo. El motivo es que hablar de la Historia bien escrita implicaría hablar también de la Historia mal escrita (que nadie me acuse de subjetivo, por dios), y también implicaría mencionar a algunos pseudo-historiadores cuya escasa catadura moral e intelectual no les hace merecedores de tal cosa (además, mencioné los nombres de algunos en un texto reciente y no me parece bien darles tanta publicidad). Por eso, simplemente me limito a recordar la figura de este gran historiador.
Y el sábado... ¡¡República!!

martes, abril 03, 2007

Más cine, por favor

La verdad es que en los últimos meses he tenido la oportunidad de ver unas cuantas buenas y relativamente recientes películas (La Isla, Alatriste, Master & Commander, El laberinto del fauno...), pero la semana pasada vi tres que me resultaron especialmente interesantes:

En primer lugar, Hotel Rwanda, de Terrry George. Excelente película protagonizada por Don Cheadle. La película muestra el genocidio llevado a cabo en Ruanda en 1994 y los intentos desesperados de un hombre por salvar a cuantas personas estuvieran en su mano. Es un claro ejemplo de cómo incluso en el momento más dramático, hay personas dispuestas a arriesgar su vida por los demás. Además, en esta película participan Joaquin Phoenix y Nick Nolte, éste en uno de los mejores papeles que le he visto.




En segundo lugar, Amén, de Costa Gavras, dura película sobre el Holocausto en la Alemania nazi y una acerada crítica a la Iglesia Católica por mirar hacia otro lado. Una vez más, su director es el responsable de una película comprometida y polémica, pero también genial y totalmente recomendable. En este caso, valió la pena acostarme tarde para verla terminar.






Y por último, la película que más me gustó, la excelente Salvador, de Manuel Huerga. Dura, emocionante, estremecedora, desgarradora. Cuando me decidí a verla sólo sabía que la protagonizaba Daniel Brühl (al que muchos conocimos gracias a la genial Good Bye, Lenin), aparte, claro, de que conocía la historia. Cuando me puse a verla, me encontré con un magnífico elenco de actores: Tristán Ulloa, Leonor Watling, Ingrid Rubio, Joel Joan, un Leonardo Sbaraglia que está inmenso en el papel de funcionario de prisiones, y, por supuesto, el protagonista, que lo borda. Además, unos cuantos actores menos conocidos redondean el largometraje y nos brindan escenas inolvidables (como una, al final, justo antes de que suceda ese desenlace que no queremos que llegue, en la que una de las hermanas de Salvador se encara con un policía con una enorme dignidad frente a la arrogancia despreciativa del representante de la autoridad).
Cuando terminó la película, tenía el corazón encogido y los dientes apretados, y un profundo sentimiento de rabia recorría mis venas. No por la película, por supuesto, sino por la historia. La de un chaval que cree en algo y lucha por ello. Porque entonces todavía quedaban cosas en las que creer y cosas por las que luchar... y ¿por qué no? cosas por las que morir. Y me pregunté si no se les caería la cara de vergüenza a todos los que se llaman historiadores y nos quieren hacer creer que el franquismo no fue tan malo y que incluso se permiten el lujo de insinuar que tal vez hubiera sido peor que Franco perdiera la guerra (pienso en esos panfletarios llamados Pío Moa, César Vidal, Ricardo de la Cierva...). Aunque ésta claro, ya no es la opinión del cinéfilo, sino la del historiador.

Tres películas. Tres momentos históricos. Tres historias que nos pueden servir de hilo conductor para conocer la Historia con mayúsculas. O simplemente hacernos pasar un buen rato a la vez que nos hacen pensar.