martes, enero 09, 2007

A falta de noticias de actualidad... un poco de ficción

Salió del cuarto de baño con el pelo todavía húmedo y entró en su dormitorio para coger algunas cosas antes de irse al trabajo. Se acercó a una pequeña mesa que estaba junto a la ventana y cogió un teléfono móvil que estaba sobre ella. Lo encendió y, cuando del aparato salieron tres pitidos que indicaban que ya estaba operativo, sus ojos se fueron hacia el otro teléfono móvil que estaba en la mesa. Ése que llevaba siete meses apagado.
Salió a la calle, la misma calle antaño desconocida que, a fuerza de ser transitada un día tras otro, era cada vez más familiar. Caminaba con paso lento y pausado, y, mientras lo hacía, miraba a su alrededor y se daba cuenta de que no había nada en ese lugar que le obligara a estar allí, mientras que había mil cosas que hacían que debiera estar en su ciudad natal. Sin embargo, estaba en este pequeño pueblo a mil kilómetros de casa.
Trató de recordar por qué se había ido. Los motivos estaban cada vez más difuminados en su memoria. Presión, sensación de agobio, la certeza de que, tras años de esfuerzos, aún le quedaba mucho para llegar a su destino... Todo esto y tal vez mil cosas más (o ninguna en realidad) habían hecho que, siete meses atrás, decidiera irse sin saber muy bien cuál era el lugar al que quería ir.
Sin decir nada a nadie, había salido una mañana, con algo de ropa, un poco de dinero y un móvil apagado en uno de los bolsillos de su cazadora, y había cogido un tren. Después de tres días viajando sin rumbo en trenes y autobuses, había llegado a este pueblo, pequeño y desconocido. Sólo había necesitado media hora para encontrar una pequeña pensión donde alojarse y una vieja ferretería en la que había un cartel en el que podía leerse "Se busca dependiente". En unos minutos, tenía todo lo que en ese momento necesitaba: un techo sobre su cabeza y una ocupación que le permitiera pagarlo durante el tiempo que decidiera quedarse allí.
Seguía caminando en dirección a la ferretería y pasó junto a una cabina telefónica, desde la que alguna vez llamaba a alguien (su antigua novia, su familia, algún amigo), para decir que no se preocuparan, que estaba bien, que era cuestión de tiempo que regresara a casa. Sólo hacía falta que todo en su cabeza volviera a ocupar su lugar.
¿Será hoy el día en que eso pase?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen relato